martes, 18 de diciembre de 2012

Homenaje a Tolstoi

Cortesía: Google.

Cuando hace siete años cerré la última página de Guerra y Paz, pensé que por fin había logrado concluir algo en mi vida. "En este libro", me decía, "has leído cualquier libro posible". Y es que allí se daba todo: la ironía; la visión que Dios puede tener del mundo contenida en ese narrador que lo sabe todo de los movimientos externos del mundo y de las inquietudes interiores de sus componentes; el valor infinito de un personaje al que el autor no dedica más de ocho líneas en ese millar y medio de páginas apretadas y que con pocos adjetivos y el contenido de una frase descubre toda su dignidad; la belleza de Natasha, que no es perfecta, que con el tiempo se marchita para convertirse en una mujer de mediana edad y caderas anchas que más tarde dormirá en el río inmenso de la Historia; etc.