martes, 29 de septiembre de 2015

Venezuela, recuerdo de una gran familia


Muchas veces admiramos personas que han marcado un episodio en nuestra vida. Artistas, amigos, parientes, entre otros individuos. Pero siempre nos deberíamos preguntar: ¿quién es nuestro verdadero ejemplo a seguir?
          Nosotros los jóvenes, a lo largo de nuestra juventud, siempre recordamos momentos divertidos de nuestra infancia, que de alguna u otra manera nos marcan para el resto de nuestras vidas. En Venezuela nos caracterizamos por recordar cosas como los juegos y las carreras con los primos, la comida de la abuela y la consentidera del abuelo, los regaños de papá y las caricias de mamá, el olor a juguete nuevo, el olor de la comida recién hecha en casa de los abuelos un 25 de diciembre, los fuegos artificiales del 31, el pan de jamón y la hallaca; pero, sobre todo, nos acordamos de los sempiternos cuentos de la vida de los abuelos, sobre sus experiencias y de las enseñanzas que nos dieron, difíciles de olvidar.
Esos abuelos que les parecía la cosa más espantosa del mundo que alguien dijera una grosería o que hiciera “una vulgaridad” como muchos le dicen. Esos que a cada momento por molestarte a su manera te preguntaban cómo estaba  “la pava” o “el pavo”, como se les conoce ahora “la novia” o “el novio”. Esos que cuando llegaba el novio o la novia a casa, mandaban al hermanito para que estuviera ahí para vigilar que no hicieran nada.
¿Qué podemos esperar de unas personas tan admirables que vivieron en una época distinta  a la nuestra? No podemos esperar una reacción distinta, recordemos que fueron ellos los que vivieron en una sociedad en la que a cualquier persona se le trataba de usted, de señor y señora, de señorito y señorita. Una Venezuela en la que para ir a visitar tenías que ser invitado, una Venezuela donde quisieras o no quisieras tenías que respetar a los demás, y si papá o mamá te veían irrespetando a alguien mayor que tú, como dicen por ahí, “venía tu pela”. Era una Venezuela en la que te mandaban a las 10 de la noche a comprar en la bodega un pan para el desayuno, en la que el nivel de culturización era avanzado porque si no estudiabas y te formabas simplemente no eras nadie. Entre las personas existía un sentimiento y una identidad nacional arraigada, tanto para cada persona venezolana o extranjera. Era un lugar en el que no se juzgaba al otro por su forma de pensar ni por su condición política. Y lo mejor de todo, cada venezolano tenía una sonrisa en el rostro, a pesar de todas las dificultades que existieran. El estar con la familia era lo más importante, aquí, donde en la sociedad, fueras del estrato social que fueras, todos se formaban en valores; valores que hoy son necesarios y escasos en nuestra comunidad. Esa era una Venezuela que en un corto periodo de tiempo, sin ningún aviso repentinamente, cambió.
            ¿Cómo olvidar el día que el abuelo murió? Un día trágico, lógicamente, que nos hace recordar todos esos momentos vividos con él; para muchos recordados tan sólo por pocos días y para otros por toda la vida. Pero ahora surge la pregunta: ¿Qué hemos hecho nosotros por ellos? Si ellos nos acompañarían en este momento, ¿harían algo por cambiar la Venezuela que tenemos hoy en día o se quedarían de brazos cruzados? Ellos simplemente darían su vida, ya que muchos lucharon en sus últimos momentos de vida para que nosotros no viviéramos lo que estamos viviendo, morirían para que nosotros vieramos la Venezuela que ellos vivieron hace pocos años.
Cuando estamos jóvenes, recordamos cada uno de estos gloriosos momentos que vivimos en nuestra infancia. Pero al pasar de los años el ogro verde que antes estaba aún escondido, florece. Esos momentos en los que te importa más lo que pueda pasar en el trabajo son los que deterioran cada vez más eso que te impulsó a comenzar a trabajar, la familia, esos tiempos en los que te importan más los problemas externos que los que pasan en tu propio hogar, esos instantes en los que llegas a casa disgustado y que tu hijo te diga “papá, podemos hablar”, y sin importar lo que esté pasando respondes “no hijo, ahora no puedo”. Si tu hijo te preguntara; “¿papá, cuándo querías hablar con mi abuelo, él te decía “no hijo, ahora no puedo?”, ¿le responderías con la verdad o serías tan cruel para mentirle?
¿De verdad hace falta olvidar tu infancia porque ya eres o te sientes grande? Muchos hombres humildes, sean de estrato social bajo o no, tengan un empleo con un buen sueldo o no, son mucho más gente y muchísimo mejores que varios de ustedes. ¿Saben por qué? Porque ellos se ocupan más de su familia así tengan que sacrificar horas de labor, porque para ellos es más importante estar en casa que estar trabajando, porque ellos si escuchan a sus hijos cuando estos los necesitan y saben que es lo mejor de todo. Esas personas son las que  todavía tienen  recuerdo de su infancia.
Muchos adultos, simplemente porque crecieron y se sienten grandes, olvidan lo que estuvo atrás y les recuerdo que es eso lo que nos impulsa a crecer cada día como personas. Es por esas personas que uno admira (papá, mamá, abuelo, abuela, amigo, amiga) que ya no están con nosotros por los que nos proponemos sacar a nuestro país adelante. Es por ese afán de vivir la Venezuela que ellos vivieron, es por ese tiempo que ellos le dedicaron a nuestras enseñanzas y a contarnos sus experiencias, cuando éramos sólo unos pequeños e indefensos niños, que debemos escuchar a nuestros hijos, olvidarnos un poco del trabajo y dedicarle tiempo a la familia. No sirve la típica excusa de “es que no tengo tiempo”; el tiempo de Dios es perfecto y cuando Dios está en la vida del hombre para todo hay un momento, solo es cuestión de planificarse. Todavía estás a tiempo de no dañar a tu familia, con una sonrisa en el rostro podremos decir a nuestra descendencia que por ellos luchamos cada día para sacar adelante nuestra Venezuela y dar nuestro granito de arena por ver una Venezuela mejor. Todo radica en encontrar nuestro ejemplo a seguir.
 Abuelo, te prometo que haré todo lo posible por vivir en la Venezuela que tu viviste. 


Leonardo Bastidas.

Nunca serás extranjero


Venezolanos, ustedes que viven en su tierra o fuera de ella, ¿están absolutamente conscientes del país en el que tienen la dicha de haber nacido? ¿Conocen cada rincón de su maravillosa geografía? ¿Están al tanto de la realidad en que vive la gente de este país? ¿Se han tomado la tarea de conocer la diversidad cultural que existe en nuestra nación? Estas son algunas de las cosas que hace que cada persona llamada “venezolano” esté enamorada de este lugar.

En tiempos no muy lejanos, Venezuela era un país único en el mundo, gente de muchos países querían venir a vivir aquí porque se sentían como en casa. El respeto permanecía a pesar de todas las diferencias que pudiera haber entre las personas. El derecho a la vida era algo que prevalecía sobre todas las cosas, no existía el miedo que día a día sentimos los venezolanos al salir de nuestra casa y no saber si tendremos el lujo de regresar. ¡Qué triste vivir con miedo! es por esa sensación tan atroz que muchos venezolanos huyen de este país sin mirar atrás; y se nos estremece el corazón al saber que dejamos tantas cosas atrás. Es el comienzo de una nueva vida, pero hay una triste realidad que no se puede tapar con un dedo: siempre serás extranjero en cualquier lugar del mundo en el que estés… Asia, África Europa, Norte América.

El extranjero en ciertos lugares es tratado con desprecio y en cambio para el venezolano común la palabra extranjero no existe. Por poner un ejemplo: hacemos esos típicos almuerzos familiares sin motivo, y un ruso, amigo del primo del hermano de Pedro, se aparece en el lugar de tu celebración sin invitación ¿Cuál es tu reacción? tu respuesta será: “déjalo entrar y pregúntale qué quiere de beber” y sí, ese carisma tan ameno que existe en nuestro país no cambia a pesar de la situación que nos atañe. El venezolano es tan chévere que celebra sin motivo, cuando alguien pregunta: ¿Por qué es la reunión? La respuesta la mayoría de las veces es: “no sé”. Y es que el venezolano tiene una de muchas cosas en común: quiere pasarla bien y quiere ser feliz en cualquier momento que sea posible.

La mayoría de los venezolanos se va de este país por inseguridad y se respeta que quieran resguardar la seguridad de su familia, pero antes de irse es importante que sepan lo que dejan atrás y eso es lo que pretendo hacer, mostrarle a los venezolanos que ya se fueron y los que están pensando en irse por qué debemos sentirnos orgullosos de ser venezolanos. Los quiero invitar a que conozcan su país al máximo y se enamoren de él, porque hoy con el orgullo y el ego por el techo puedo decir: “yo no soy extranjero”.



Leonardo Bastidas Resta

Venezuela, realidad o ilusión


Hoy ya va más de un mes desde que los estudiantes decidieron tomar la calle. La situación está tensa. El gobierno nacional habla de un supuesto diálogo que él mismo no está dispuesto a dar. Hemos visto muchas cosas y hemos visto pocas también, algunos hablan de volver a la normalidad otros hablan de que hay que mantenerse en la calle. La verdad es que no sabemos a quién darle la razón porque ambos la tienen. Sabemos que hay represión contra los estudiantes, sabemos que hay colas para comprar comida… y la impotencia de muchos comunicadores es que lo sabemos, pero la censura de los medios de comunicación hace que no lo veamos y, si lo vemos, es porque un MEXICANO que ama Venezuela se ha dedicado a recorrerla entera para demostrar al mundo lo que aquí pasa.

El estado venezolano ha invitado a los estudiantes a dialogar con él para que “le ayuden a resolver los problemas de la gente, de inseguridad y demás” y es que hay algo aquí que no queda muy claro. No nos estamos dando cuenta de cuál es nuestro roll, no son los estudiantes los que debemos ayudar al gobierno nacional a resolver la situación de crisis que hemos tenido en los últimos meses. Los estudiantes debemos estar en las aulas y el estado protegiendo la integridad del pueblo contra problemas que hoy atañen nuestra Venezuela. 

El gobierno es el que debe hacer algo para sacarnos de esta crisis, no los estudiantes, porque es algo incoherente que una persona que hizo una campaña política y que se supone agarró suficiente experiencia durante 14 años para desempeñar el cargo que ahora representa, esté pidiéndole ayuda a unos Estudiantes que, por más que sea, aún tienen mucho que aprender en la vida. No es deber de los estudiantes mantener la seguridad de los ciudadanos, es deber de los estudiantes exigir a como dé lugar que el gobierno nacional haga su trabajo.

Hay que saber que esto no es que los chavistas están en contra de los opositores y viceversa; aquí se está viviendo una realidad que daña a ambos por igual, porque ambos tienen hijos que le tienen que dar de comer y no hay comida, porque ambos tienen enfermedades o familiares enfermos y tienen que buscar en 20 lugares para ver si se consigue la medicina. Den un salto al pasado y vean que lo que Chávez no pudo hacer en 15 años este gobierno lo hizo en 6 meses. Seguir el ejemplo del comunismo cubano. Y es que esto no es una novedad porque el mismo mandatario nacional lo menciona y lo ratifica.

Debemos comprender que el gobierno nacional no va a salir. Y es que los estudiantes no están buscando que el presidente obrero salga, los estudiantes queremos simplemente poder tener un futuro digno y respetable en este país, queremos graduarnos y tener oportunidades de trabajo; los estudiantes queremos darle un futuro digno a nuestros hijos y no hay que ir muy lejos para darnos cuenta que no vamos por buen camino.

Vamos a dar una vista al pasado ¿Desde hace cuánto te acostumbraste a vivir con miedo? ¿Desde hace cuánto no duermes hasta que todos tus familiares estén en casa? ¿Desde hace Cuánto te preguntas qué pasara en este país? ¿Recuerdas cómo se vivía antes o simplemente los antivalores que se han sembrado te ciegan la vista y no recuerdas lo que fue? Los estudiantes que hoy salimos a exigir nuestros derechos, no podemos decir “yo recuerdo cuando Venezuela era tal o cual cosa” porque sólo hemos vivido un solo régimen; pero algunas de las personas que sí lo pueden recordar son los que quieren volver a la normalidad y que no hacen nada para recobrar eso que recuerdan, sus conciencias quedarán tranquilas mientras se derrama sangre de estudiantes en las calles, ustedes “dormirán tranquilos como un niño”.


Leonardo Bastidas.

Que pase todo

O pasa todo, o no pasa nada.

Parece sencillo, ¿no? 

Pero no lo es

Si pasa todo, entonces significa que paso algo, que hubo cambio. Un cambio que nos permitirá ver con otros ojos nuestro alrededor. Claro está que caben dos posibilidades: que el cambio sea bueno, entonces me levantaría en las mañanas y me asomaría por la ventana, sonreiría, prepararía café con leche. Me hago una arepa, salgo a caminar por las calles. Pasó todo, y todo fue bueno. 

Pero si pasa todo, y todo es malo, no sabría que es la siguiente cosa que podría pasar. Entonces me despertaría, arreglaría un desayuno con lo que conseguí en el mercado y me apresuraría a montarme en mi carro para evitar el tráfico de las mañanas. Cierro los seguros y me persigno antes de aventurarme por las avenidas. Pasó todo, pero todo fue malo.

Aun así, existe la posibilidad de que no pase nada. Sigo sin estar segura qué es peor. 

Si no pasa nada, entonces me levantaré en las mañanas, ni siquiera me molestaré en sonreír ni arreglarme. No tengo hambre, entonces me monto en mi carro, se me olvida cerrar los seguros. Mi mente vaga en un lugar distante, donde me levanto, preparo mi café con leche y me como mi arepa. Qué diferentes serían las cosas. Qué hubiese pasado si hubiésemos continuado peleando por esas mañanas donde puedo salir a caminar sin miedo.

Entonces se pierden las esperanzas, todo lo que alguna vez imaginaste, desapareció, tan rápido como lo veías llegar. Ya no hay nada que puedas hacer porque sabes que ese sentimiento de emoción no volverá jamás, se destruyó cuando se perdieron las fuerzas. Y lo peor es que, junto a ti, existen muchas personas que intentan recoger los pedazos de sueños que se despedazaron en fragmentos tan pequeños que saben que es inútil intentar unir las piezas de nuevo. 

Sacudes tus ideas y miras hacia delante, la bandera hondea orgullosa delante de ti. 


Pierdes los miedos, porque sabes que ahora está en tus manos que pase todo y que todo sea bueno. 


Laura Capovilla


Para el desanimado


Escuchas una voz y sabes que debes hacer lo que te está indicando, pero aun así permaneces sentado, viendo a la nada, absorto en tus pensamientos. Recuerdas cuando eras niño y querías crecer para ser doctor, jugabas con tus primos, llenándolos de curitas y fingiendo que les inyectabas alguna medicina para curar quién sabe qué. Los días eran mucho más simples, crecerías y serías el mejor doctor del universo. Punto.

Entonces creciste, y ya no eras tan niño, pero ¡Cuánto te faltaba por aprender! Entendiste que ya no querías ser médico, pues no era simplemente recomendar alguna medicina a alguien y luego darle una chupeta, deseándole que se recuperara pronto, además, la medicina estaba empezando a perder prestigio y en tus planes no podía faltar la casa con piscina. Entonces, fue cuando tomaste la decisión, construirías grandes edificios como los que ves en las películas que tanto te gustan. Veías tu nombre en todos los periódicos del mundo ¡Ha sido construido el edificio más grande del mundo en un país de Latinoamérica! 

Sin darte cuenta suspiraste, te sentiste a morir. Te hiciste mayor, a quién estabas engañando, estabas rodeado de libros, te encantaban los poemas, escribir hacía que tu mente se perdiera en un mundo fantástico que sólo tú conocías. No podías estudiar letras, ¿Cuáles eran las probabilidades de triunfar? Pensaste en esos países donde aquellos que se encargan de la literatura son aclamados, ganan el título de sabios. ¿Qué harías entonces? Tenías poco tiempo para decidir. 

Recuerdas perfectamente el momento en el que les dijiste a tus padres que querías ser abogado. Ambos pensaron que les estabas gastando una broma. 

-Pero mamá, realmente quiero ser abogado.

En realidad no pensaste que esto se convertiría en una complicación para ellos, pero aparentemente estabas equivocado. Tu madre insistía en que fueses médico, y tu padre, un arquitecto. Pero tú, tú estabas seguro que eso no iba a suceder. Después de tomar aquella decisión tu familia se dirigía a ti como si tuvieses algún tipo de enfermedad, trataban de convencerte de lo que querías hacer estaba mal, a medida que pasaba el tiempo aprendiste a no escuchar las críticas.

Pero era en este momento, cuando una mujer hablaba por el altoparlante en el aeropuerto que hubieses deseado prestar algo más de atención. Era la última llamada para tu vuelo y todavía estabas sentado meditando si lo que estabas haciendo era lo correcto. Tu cabeza te susurraba frases desalentadoras: no te engañes, sabes perfectamente que no tienes futuro acá, anda, estira tus brazos, toma tus maletas y retírate con la poca dignidad que te queda. 

Te limpiaste las lágrimas con la manga del suéter a una velocidad increíble, esperando que nadie te hubiese visto. No querías dejar todo por lo que alguna vez hubieses entregado la vida, tus amigos, amigas, esa persona que no sale de tu cabeza, tus padres, tu hogar. Todo quedaba atrás, y sin darte cuenta, cada una de estas cosas, pasarían a ser un recuerdo distante, tal vez unas más que otras. 

Pero ya era muy tarde para pensar en lo que los demás esperaban que hicieras, estabas sentado, listo para irte, es probable que se molestaran contigo, pero sentías que era la decisión correcta.

Llegaste a tu casa, dejaste tus maletas y empezaste a arreglar todo. Quien sabe qué iba a pensar la gente cuando les dijeras que decidiste perder el vuelo y volver a donde perteneces. Es probable que escucharas de nuevo a tus familiares insistirte en huir, no mirar atrás y hacer justamente aquello que no quieres. 

Pero no te importó, no te importó ni un poco porque sabías que aunque alcanzaras el éxito, si no era en ese lugar, y con las personas que ahí estaban, no significaría absolutamente nada. 

Laura Capovilla

EL CASTILLO



-¿Y esto que es mamá? 

Preguntaba el niño mientras intentaba entender que tenía de especial ese montón de escombros que reposaban al frente de él. La madre apretaba, cada vez con más fuerza, la mano de su hijo, intentando hacer caso omiso a las lágrimas que amenazaban con resbalar sobre sus mejillas. Cerró los ojos, tomó aire, y se preparó para hablar:

-Este es el castillo que te dije que visitaríamos en nuestro camino, hijo.

El pequeño entrecerró los ojos, como si en realidad ahí se levantase un castillo invisible, el cual esporádicamente hacía apariciones tan breves, que la única manera de verlo era prestando toda la atención posible. Después de un par de minutos de no ver nada el niño se volteo, decepcionado, hacia su madre:

-Pero, mamá, si acá no hay nada. Son un montón de piedras y vidrios rotos. 

Nadie dijo nada por unos segundos, intentando organizar sus ideas, o esperando que el castillo se construyera por si solo al frente de ellos. De pronto se escuchó un portazo el cual provocó que tanto la mujer como el niño volvieran a la realidad. Se bajaba del auto, que estaba a unos cuatro metros de la pila de escombros, una chica de unos diecisiete años, la cual, a pesar de su hermosa juventud, se le notaba la obstinación en el rostro. Se acercó a al niño y a la mujer y habló con desespero:

-Déjalo ir mamá, ¿quieres? No importa cuanto lo desees, este patético castillo jamás volverá a ser lo que era. Nadie está interesado en reconstruirlo, todos perdieron las esperanzas desde hace mucho, es cierto, a mí me gustaría verlo como solía ser, pero ya me resigne a que eso no va a pasar, y tu deberías hacer lo mismo. 

La mujer, a pesar de verse bastante joven, tenía un brillo en sus ojos que delataban todo lo que había vivido. Miró a su hija con cara cansada: era evidente que ya habían tenido la misma discusión varias veces y nunca terminaba bien. Cerró los ojos con fuerza, se volteo hacia su hijo y los volvió a abrir:

-Hijo, esto que vez acá, y que ahora para ti no tiene ningún sentido, alguna vez fue un enorme castillo. Empezó como un terreno vacío, manos trabajadoras se dispusieron a construir una fortaleza que alojaría a todo aquel dispuesto a vivir en armonía dentro de él. Los años pasaron y todo parecía marchar perfecto, empezaron a llegar personas de castillos muy lejanos, dispuestos a trabajar en éste que ofrecía tantas oportunidades. Los campos del castillo se extendían por kilómetros y kilómetros, las tierras más fértiles de toda el área estaban a disposición de los habitantes de la fortificación que cada vez se hacía más grande y fuerte, pues cada vez llegaba gente más competente dispuesta a trabajar por mejorarlo.

La joven, que se encontraba de espalda a los escombros, pues era incapaz de verlos, gritó de rabia y se sentó a llorar. Su hermano se asomó por encima del hombro de su madre, la cual se había puesto a su altura para terminar de contar la historia, logrando tener mejor visión de su hermana. Miro a su madre sin entender absolutamente nada. Entendía que había sido un gran castillo, pero por qué ambas se veían tan afectadas. La mujer supo interpretar la mueca de su hijo y prosiguió con la historia:

-Claro, todo iba de acuerdo al plan, pero nadie sabe por qué, se empezaron a infiltrar personas que no querían cuidar este castillo, sólo buscaban tener y derrochar las riquezas que éste ofrecía. Tu hermana tenía apenas tres años cuando la situación se empezó a salir de control. No sólo eran las personas que habían decidido entrar al castillo sin el fin de ayudar, muchísimos habían perdido el verdadero objetivo. Al principio, éramos todos una familia, luego, se empezó a sembrar la desconfianza y la rabia entre todos, provocando que cada quien se interesara por su bien particular, sin pensar en el daño que se le haría al vecino.

A este punto de la historia, la muchacha, que no paraba de sollozar, había empezado a correr al automóvil. Su madre y hermano la siguieron con la mirada sin intentar detenerla, a pesar de que al jovencito le hubiese gustado gritarle que se quedara para poder entender por qué no paraba de llorar.

-Hijo mío, una vez que amas algo, nunca lo dejas de amar. Siempre vas a tener su recuerdo en tu memoria, ya sean felices o tristes, pero al fin y al cabo, son recuerdos que te trajeron hasta donde estás hoy, sin ellos, no serías quien eres. Tu hermana apenas tenía siete años cuando nos marchamos, la violencia entre las personas se había vuelto muy peligrosa. La gente ya no distinguía entre enemigo o amigo, familiar o desconocido, se había convertido en una guerra permanente. Cuando nos fuimos, no fue un golpe tan grave para ella, el problema fue cuando decidimos regresar.


Madre e hijo voltearon a ver los escombros que descansaban tranquilamente a unos centímetros de ellos, como si fuesen cualquier cosa, como si detrás de ellos no se escondiese una historia. Permanecieron en silencio unos minutos, hasta que el pequeño, después de intentar entender todo lo que le había dicho, trato de pronunciar palabra, pero no pudo.

Ninguno de los dos sabía qué decir, en otra situación totalmente distinta la madre hubiese dicho que nunca es tarde para empezar de nuevo, pero ¿Cómo empezar de nuevo si nadie quiere hacerlo? Y, los que quieren hacerlo, aunque clamen ser hermanos, se tratan como desconocidos o enemigos. 

Tal vez pudiesen haberlo evitado, si tan sólo hubiesen unido sus manos para reconstruir los pedazos que habían empezado a ceder. Si no hubiesen hecho un pacto silencioso en el que todos estaban de acuerdo en aceptar la situación y pretender que en algún momento estaría todo bien, ese castillo seguiría hoy en pie. 

Empezó a sonar la bocina del auto y la mujer volvió a tierra con algunos años encima. Giró la cabeza y vio a su hija haciéndole señas para que volviera al auto. Tomó a su hijo de la mano y caminaron juntos, y antes de desaparecer dentro del carro, la madre le echó un último vistazo a la evidencia de destrucción, y le pareció haber visto por un momento, gente reconstruyendo el castillo, cerró los ojos y volvió su mirada hacia el auto.

Quién sabe, tal vez sea cierto que nunca es tarde para empezar de nuevo. 


Laura Capovilla

Mi madre está cansada

Hoy, después de catorce años, despierta. Asustada asoma su cabeza por la ventana: ¿Qué estará ocurriendo en las calles? ¿Violencia? ¿Tiros? ¿Qué estarán lanzando? ¿Qué estarán quemando?... Toma aire antes de sacar su cabeza por la ventana, para darse cuenta de algo que no esperaba. No había nada, ni violencia, ni tiros, ni muertos, nada. Pudo ver a lo lejos, cómo miles de seguidores fieles acompañaban la urna de ese líder que murió el día de ayer.

¿Igual? Para qué, si puedes ser diferente

Hoy en día las personas tenemos la mentalidad de que se debe de ser de cierta manera para ser apreciados. Si no eres lo suficientemente delgado, alto o musculoso, no te ganas un puesto de respeto ante las personas. Aun así, todavía nos preguntamos por qué existe la anorexia, bulimia y por qué razón algunas personas buscan el suicidio como solución.

El reloj marca las once y cuarenta y seis.

Piensen en lo que hicieron esta mañana, en lo que hicieron ayer, en lo que pasó hace un año. Para muchos todo parece tan cercano. Estás revisando en tus fotos viejas y consigues esa foto, en la que tu sonrisa no podía relucir por la falta de tus dos dientes delanteros, en la que tu ropa no sólo era espantosa, sino que no combinaba: zapatos amarillos, camisa azul y jeans acampanados. La foto es un espanto, pero no puedes evitar reír cuando la ves, te preguntas una y otra vez cómo es posible que hayas cambiado tanto y cómo permitías que tu madre te vistiera de esa manera.

Sigues buscando, sin saber por qué ni qué quieres encontrar. Ves una foto de tu primer día de bachillerato, vuelve la misma pregunta: “¿es posible que el ser humano sufra tantos cambios?”. Pero esta vez no es esa pregunta la que te detiene a pensar. Ves por unos segundos la foto y no puedes creer que eso haya pasado hace tanto tiempo, recuerdas todo como si fuera ayer: la emoción de usar camisa azul por primera vez, profesores nuevos todos los años, buscar un nuevo lugar donde sentarte a comer. Recuerdas todo perfectamente, hasta el día que dejaste de ser camisa azul para pasar a ser beige.

El tiempo se nos escapa de las manos. Tal vez tienes a la persona que amas a tu lado, cierras tus ojos, y, en el momento que los abres, sabes que no la recuperaras jamás. Tal vez en este momento tu mundo está bastante cerca de ser perfecto, te distraes un momento y ahora está en ruinas. Cada minuto que pasa es un minuto que jamás vas a recuperar. ¿Quieres asomarte por tu balcón y gritar cuanto la amas? Hazlo. ¿Sientes que es momento de decir toda la verdad? Dila. ¿No te gusta tu estilo de vida? Cámbialo. No dejes que el tiempo te gane esta carrera, aprovéchalo lo más que puedas. Aprecia los detalles pequeños, disfruta de la comida que más te gusta, llora todo lo que quieras.

No dejes que el tiempo que pudo haber sido muy valioso se escape de tus manos: tal vez no puedas recuperar el tiempo que perdiste, pero puedes aprovechar el que te queda.

Laura Capovilla.

Yo solía tener algo y lo quiero de vuelta

Supón que te encantan los libros, y tienes una repisa llena de los mejores. Llega una persona y se los empieza a llevar; tu no te resistes, no te niegas, simplemente te quedas parado viendo cómo se los lleva. Cuando no tengas que leer, cuando tus mejores libros se hayan ido, ¿a quien le vas a reclamar? ¿A la persona que se los llevo? La respuesta es: no, tú dejaste que se los llevara, así que la culpa es tuya. Tu viste como se llevaba libro por libro, viste como iban desapareciendo, mientras tu estabas muy ocupado para darte cuenta que se los estaba llevando todos. Tal vez estabas haciendo planes para el futuro, tal vez estabas pensando en vender los libros que ya no querías, tal vez estabas pensando en releerlos todos, pero, cuando te diste cuenta, ya no te quedaban libros. Tienes dos soluciones: uno, desistir de la lectura, darte por vencido y encontrar otro pasatiempo, aunque sabes que nada será igual, o, también tienes la opción de ir, buscar tus libros, uno por uno, así como los perdiste, los recuperas. Sabes que será difícil, pero estas dispuesto a recuperar tus libros porque los amas.

Cada año recuperas un libro, de los miles que tenias, pero los vas recuperando. No te das por vencido, porque no eres cobarde y sabes que esos libros por derecho son tuyos y nadie te los puede quitar, ahora es tu deber hacer valer tus derechos. Tal vez muchas personas en tu situación hubieran desistido de la lectura y se hubieran dedicado a otra cosa, pero esos libros para ti significan todo, representan lo que eres, lo que serás.


Llega el día, el día que recuperaste todos y cada uno de tus libros, están exhibidos en tu repisa, no fue fácil, pero lo lograste. Tus hijos les cuentan con orgullo la historia a tus nietos, muchos pensaron que no lo lograrías, pero lo hiciste. Todos tus libros son de nuevo tuyos, como tuvo que haber sido siempre. No te rendiste, no te acobardaste, sabías que se iban a presentar muchos obstáculos, antes y después de recuperar los libros, pero los afrontaste, con la frente en alto y ahora, orgulloso de tu trabajo, lo puedes contemplar, te puedes repetir una y otra vez lo orgulloso que estás, todo lo que hiciste por recuperarlos, cuando otros simplemente hubieran huido de esa tarea. Valió la pena, y sabes que recuperarías tus libros cien veces si fuera necesario, porque después de todo, huir no es una opción para alguien valiente que se propone a recuperar algo que realmente ama.


Si tomo drogas soy mejor que tú

¿Realmente eres mejor que yo?




Una verdad a la cual nos tenemos que aferrar es que así es la sociedad: si no tomas alcohol y no fumas, no estás en nada. Empiezan las frases: “pero pruébalo…” “sólo una vez…” “necesitas al menos prenderte en esta fiesta, yo te cuido.” Dos cosas: si te gusta, hazlo, si no, no lo hagas; no te dejes llevar por lo que dice la gente, por lo que ellos piensen que es “bueno”; bueno es lo que tú creas que es, si en una fiesta prefieres tomar agua que vodka, hazlo, no vas a ser mejor persona por hacerlo o no.

No les digo que no tomen alcohol, no les digo que no fumen, solo digo que se concienticen: estás en la mejor etapa de tu vida, aprovéchala, cuídala. No te engañes, el cigarro y el alcohol son letales y nada de lo que digas va a cambiar eso. Si quieres tomar alcohol en una fiesta, hazlo, pero siempre teniendo en cuenta cual es tu limite, sobre todo si eres la persona que va a manejar de regreso.

Cuando tomas alcohol o fumas no estás beneficiando a nadie, te perjudicas a ti y a las personas que te rodean. Te estás destruyendo por dentro. Tal vez los efectos no se vean hoy, no se vean mañana, tal vez se vean cuando tengas una familia armada por tu propia cuenta y te digan que tienen que empezar con las quimioterapias. Tal vez estén pensando que estoy siendo muy extremista, pero no es así, si empiezas a fumar desde tan temprana edad, más tarde no podrás retroceder el tiempo y los efectos serán irreversibles. 

Es normal que se vea gente fumando en una fiesta o reunión, sobre todo en la adolescencia, de la cual formo parte. Es algo que normalmente se hace por moda, no porque te guste –que aún no estoy del todo convencida si te puede llegar a gustar el cigarro- pero lo que empieza como moda, termina como vicio. 

Este no es un mensaje de “NO FUMES NI TOMES, TE VA A MATAR” es un mensaje de “Fuma y toma, pero cuando estés consciente de lo que te estás haciendo.” La próxima vez que estés prendiendo un cigarro pregúntate: “¿De verdad lo necesito?” Cuando ya te empieces a sentir mareado y estés yendo a buscar otro vaso de alcohol, detente, busca comida, toma agua, disfruta el resto de la fiesta sin seguir tomando y si eres una de esas personas que piensan que una fiesta no se puede disfrutar sobrio, les informo: sí se puede.

Si tomas drogas, no eres mejor que nadie, no le estás haciendo bien a nadie ni le estás demostrando nada a nadie. Las consecuencias que pueden surgir de una noche de “vamos a probar” o “sólo por esta vez”, pueden llegar a ser irreversibles.


Laura Capovilla

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Hace aproximadamente una semana, mi mamá se sentó a mi lado mientras yo veía televisión y muy seriamente me pregunto "Laura, ¿por qué ya no escribes más?". Me quede callada por un momento, sé cuánto le gusta a ella leer mis momentos de inspiración transmitidos a un papel. Desde que le mostré mi primer escrito mi madre quedó enganchada con mis palabras que para mí no son tan impresionantes pero para ella son una forma de ver que no todo está perdido. 

Aunque me hubiese gustado darle una razón con fundamento del porque ya no estaba escribiendo, lo único que supe decir fue "No sé, no he podido".

Tal vez a ella le dolieron estas palabras, pero no tanto como a mí. 

Entendí entonces que algo tenía que hacer al respecto pues estaba cayendo en una situación que sería irreparable si no la atacaba a tiempo: estaba perdiendo mis esperanzas, mis ganas. 

Mi madre entonces me recomendó asistir a algún lugar que me ayudaría a ponerme en pie poco a poco, sin embargo siempre he pensado que si yo no me quiero ayudar a mí misma, no hay fuerza en el mundo que logre levantarme. 

Los días pasaron y aunque entendí lo que me ocurría, no encontraba la manera de curarme de tal letal enfermedad y a medida que avanzaba el día, me parecía cada vez más difícil: personas de diferentes creencias religiosas mueren en manos de radicales, líderes sedientos de poder olvidan sus promesas y ven a su pueblo morir de hambre mientras celebran un banquete con presidentes de países aún más pobres, políticos y figuras importantes abandonaban sus ideales por montones de papeles que más tarde podrían intercambiar por bienes y servicios, y lo digo así para que no olvidemos jamás que estas personas traicionan sus principios por algo que no es más sino un montón de papel. Tenía incontables razones para pensar que la raza humana, desgraciadamente, se deshumanizaba cada vez más. 


Fue entonces cuando empecé a trabajar con mis padres y vi a mi hermana mayor, muy joven aun, desesperada por su trabajo, la inseguridad, el salario, su casa, y muchas otras cosas, pero aun así conseguía sonreír, cocinar sus comidas fit y no abandonar a las personas que la hacían feliz. Pensé entonces que posiblemente en un par de años, estaría yo en su lugar pero sin hacer las cosas que me llenan por dentro y mucho menos estar al tanto de la vida de mis seres queridos. Y fue, por esto tan pequeño, que me di cuenta, que aunque hayan cosas malas, tenemos todas las buenas que nos dan los empujones hacia adelante. 

Dejamos pasar los eventos velozmente y no apreciamos lo que cada uno de ellos trae consigo, por ejemplo: ¿cuantas personas se quedaran anonadadas viendo la luna llena cada 28 días? Probablemente muy pocas, pues la mayoría estará pensando en el mal día que tuvo en el trabajo o lo terrible que va a ser mañana; y ahí está: un maravilloso evento perdido por algo que ya pasó y algo que no se sabe si pasará. 

Es cierto, existe sufrimiento en todo el mundo, injusticia, gente muriendo de hambre mientras otros se enriquecen a costa de los demás. Pero si basamos nuestra vida en todas las cosas malas que pasan y dejamos ir las buenas, no estaríamos viviendo para nada. Pero no me mal interpreten, no hablo de ignorar aquello que no está bien, hablo de comprender que no todo puede estar bien todo el tiempo pero que no todo el tiempo, todo va a estar mal. 

Entendí entonces que en un mundo donde nacimos para vivir, la mayoría existe para sobrevivir, que dejamos pasar las personas y cosas que más nos hacen feliz porque estamos enfocados en que hay cosas malas y así, las buenas pierden nuestra atención.


Aunque esto parezca un mensaje de esos típicos, que se escriben para darle falsas esperanzas a los demás y hacerlos ver que todo está bien (aunque ya anteriormente deje en claro que no lo está, pero aun así no nos podemos detener), es en realidad mi porqué y cómo me cure de ese cáncer que apenas con 18 años me iba destruyendo lentamente, que escribo para no olvidar y comparto para quien lo pueda necesitar.

Nuestras lluvias



Silencio, no digas nada. 
Siéntate y llora. 
Piensa que me estás llorando. 
Llora hasta que llueva en el mundo, 
hasta que el mundo llore también. 
La lluvia está hecha de las lágrimas del universo. 
Llueve por favor, llueve. Siéntate y llueve. 
Esperaré a que se empocen tus gotas, 
para unirlas con las mías, 
enamorarnos uniendo nuestras lluvias.


 José Soledad. 


VOZ



Tu voz nueva nace en mí
Tu voz te hunde en mi silencio
Voz
Tu voz que hace sangrar
dilata tiempos
Tu voz me hace volar
a través del universo
Tu voz que me hace falta en el silencio.



Mi voz y tu voz son dos distintas infinitudes.
Cuando oigo tu voz
oigo el latir de mi existencia,
la noche que soy.
Cuando oyes mi voz oyes palabras
que no digo.
Cuando oyes mi voz hasta el silencio se convierte en mi homenaje.
Voz o silencio
da lo mismo.

Si tú me hablas-con tu silencio
o te callas-con tu voz-ahí estaré
para oírte el silencio
o silenciarme en tu voz.


José Soledad

Caridad


En este país todo parece ir en detrimento. Se puede apreciar en el aire un fuerte olor a pesimismo, algo que sin lugar a dudas pueden percibir incluso aquellas personas que se consideran optimistas, cuando hasta éstas últimas se dan cuenta de que hay algo que no está nada bien.

A estos optimistas yo sólo les puedo decir que sigan haciendo su trabajo, todo es para bien, esas sonrisas y ese entusiasmo son la solución. La caridad siempre lo será, aún cuando nos parezca imposible ser lo suficientemente caritativos, y aunque creamos que en la tierra nada es más grande que el odio -cosa que, gracias a Dios, no es así-.

El odio es la ausencia del amor, así que sólo por eso el primero no puede ser más grande que el segundo, y esto supone que el odio es finito, partiendo de esa premisa, solo un poco de caridad puede hacer el cambio, hasta una sonrisa puede alegrarle el día a alguien, no podemos esperar a que otros procuren la felicidad de los demás. Debemos ser todos nosotros los que podamos darnos a todos (nótese que digo darnos y no dar, porque el simple hecho de dar, aunque implica desprendimiento y caridad, no alcanza la forma más plena de ésta, que implica un sacrificio, un desprendimiento total del yo), esta acción de volcar cada uno su buena voluntad y esfuerzo en los demás va a dar sin lugar a dudas el resultado en la sociedad que todos esperamos.

En palabras del apóstol San Pablo “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Corintios 13:4-7. La verdad es que son más que palabras hermosas hechas para leerse en los matrimonios, estas palabras indican una forma real en la cual la discordia y los problemas son olvidados inmediatamente, porque el perdón surge en el acto. 

Este amor en el país es lo queremos como realidad. He visto que el problema no está en la ideología política, sino en la falta de fraternidad que puede haber entre los distintos partidos, y eso no es lo que el venezolano realmente quiere. 

Ya basta de consignas denigrantes y despectivas, ya basta del rencor, dejemos ya de lado la ideología política y las diferencias y busquemos lo que nos une. Nuestra victoria como nación va a estar en unir nuestros puntos más fuertes, no en atacarnos por los débiles.

Así que, ¡vamos! Pongámonos de pie y como me dijo un amigo, “construyamos la civilización del amor”.


José María Peña.


La Luna


Él le dijo a la luna: 

- ¿Por qué estoy tan abajo y tú tan arriba? No te vayas, no quiero perderte. 

Y la luna estaba ahí, sonriendo en el cielo. 

Él se arrodilló en la tierra y dijo: 

¿Te ha dicho alguien que eres la más terrible y hermosa de los astros que se mueven por los campos de estrellas? 

Y la luna se fue retirando, como si se desprendiera del firmamento. 

- ¿Adónde vas? ¿No ves que mi vida depende de lo cerca que estés de mí? 

Pero la luna fue ocultándose despacio, bajando poco a poco, desapareciendo detrás del horizonte. El cielo se llenó de luces profundas, de tiempos detenidos. 

- No me dejes solo en este mundo. 

Y la luna ya no estaba, y las palabras que quedaron resonando se perdieron lejos. La luna lloraba extrañando a su amante, mientras daba la vuelta por la parte de atrás del mundo, manteniendo la esperanza de verlo otra vez cuando volviera la noche.

José Longaray


Transcripción de un sueño


Para que la tierra y el mar combinen

habría que oscurecer el mar

o aclarar la tierra. 

El camino toma diferentes tonalidades

según es caminado. 

A veces se nos torna oscuro, y a veces, lejano.

A veces es brillante, y anhelamos,

lo más lejos posible, anhelado,


el mar tempestuoso, y triste, y oscuro.

Impuestos como Método de Redistribución de la Riqueza

A lo largo de la historia, la izquierda política se ha enfocado en la igualdad y en la Justicia Social como objetivos principales de sus gestiones al llegar al poder. En la actualidad, la izquierda, en su mayoría, se ha dado cuenta de que la única fuente probada de riqueza se encuentra en la labor privada, y han decidido aplicar sus políticas de redistribución por medio de impuestos a las clases más favorecidas, pero ¿está bien despojar a una persona de sus bienes en contra de su voluntad para favorecer a otro individuo?

Imaginemos por un momento que el país es un gran edificio, y que el estado funge el papel de una junta de condominio. Es innegable que este edificio genera una serie de gastos comunes que deben ser costeados por cada uno de los integrantes que habitan en este entorno, tales como el mantenimiento de la limpieza, la revisión periódica de los ascensores, en fin, gastos que son necesarios para la preservación de la estructura. Ahora imaginemos que la junta de condominio empiece a hacer uso de los recursos de los propietarios para ejecutar reparaciones en cada uno de los apartamentos, basándose en que es justo que cada piso alcance ciertos niveles de igualdad, y para ello decide aumentar las cuotas que deben cancelar los pisos con mayores recursos. ¿Es justificable este accionar? ¿Los propietarios más pudientes están en la obligación de colaborar con los gastos particulares de sus vecinos?

Veamos otro caso práctico; supongamos que usted va caminando con un amigo por el parque y se encuentran en el camino a una persona pobre, que necesita de la colaboración de ustedes para poder alimentarse, usted decide darle algo de dinero pero su amigo no. ¿Estaría bien que usted decida hacer uso de la fuerza para despojar a su amigo de su propiedad y así ayudar al mendigo? Por supuesto que no, inclusive, si usted se reuniera con otro grupo de compañeros, y por medio de elecciones decidieran quitarle a su amigo el dinero para entregárselo a este individuo desfavorecido, no sería correcto.

Esto es lo que hace la socialdemocracia, que no es más que un socialismo en donde el estado no ejerce un control directo sobre los factores de producción, sino que despoja a los empresarios de los frutos de su trabajo para entrégaselos a otro sector de la población que no los han ganado de una manera correcta.

La única forma legítima de generar riqueza es por medio del trabajo y del esfuerzo personal de cada quien, no por medio de la redistribución del capital, que no es otra cosa que quitarle algo a un grupo para entregárselo a otro. La solidaridad es un acto voluntario, nunca debe ser producto de la coacción de un tercero, ya que se termina por distorsionar todo el concepto.

“Hay dos clases distintas de personas en la nación, aquellos que pagan impuestos y aquellos que reciben y viven de los impuestos”. Thomas Paine.


El Yo que nos acecha

 Muchas veces los seres humanos nos consideramos vulnerables ante nuestros propios argumentos, y es allí cuando utilizamos como el mejor recurso ser el protagonista de cada una de las acciones del contexto de nuestra oración.

A veces, con tal de aparecer o alabarnos, nosotros mismos hacemos cualquier cosa para que lo que enmarque de principio a fin la acción o el comentario de la misma sea un gran 'YO'.

Un 'YO' que en ocasiones es tan necesario, pero que nos hace difícil entender que la grandeza del mismo está en no pronunciarlo, sino en escucharlo. Escuchar cómo la acción que llevaste, o coadyuvaste a llevar a cabo, está siendo reconocida por sí misma y no por el simple hecho de que uno se encuentra en ella.

Es fácil ser o hacerse el protagonista, pero es tan difícil, a veces, reconocer al otro, o al menos aceptar que la acción no es sólo tuya sino de un equipo, que hay miles que pueden hacerlo igual o mejor que tú y que lo que menos esperan es salir a comentarlo o llevarse el título de protagonistas. Con esto simplemente quiero poner en contexto la situación actual del país, la cual, desde mi perspectiva, se encuentra cada vez más crítica.

Esta situación empeora cada vez más con la eterna lucha por el protagonismo. Protagonismo nacional o internacional, por parte de los representantes políticos de este país que, considero, se encuentran en la punta de un abismo al cual todos parecen agarrarse de las manos y estar preparados para, con un simple “puntapié”, echarnos a rodar abismo abajo.

Perspectiva que analizo luego de escuchar a muchas personas -que así lo eviten- le es imposible no tocar como tema la situación del país en cada almuerzo, cena o simple conversación que tengan en familia. Perspectiva que queda clara al ver que los sectores económicos, sociales y políticos del país son un caos y viven en una batalla campal por tener el gran título del “YO”, pero en el listado de “Quién está peor”. Perspectiva que toma auge al ver cómo Venezuela a diario es noticia y que no hay nada en los titulares que nos enorgullezca ni haga ver ante el mundo lo humano que somos, o nuestra incansable búsqueda de un bien común para conseguir una Mejor Venezuela, sino que ante el mismo, quedamos desnudos con una marcada mancha de sangre titulada con escasez, crisis e inseguridad.

Es triste el ver como nuestro país se vuelve protagonista y se reviste con el tan criticado 'YO' ante el mundo, solo para demostrar lo mal que estamos, y lo más triste es ver cómo tenemos dos representaciones que sólo juegan a ver quién tiene la razón y no trabajan en buscar la solución.

Venezuela es un país que el único 'YO' del cual quiere ser protagonista, es el de la producción, el desarrollo, la paz, el bienestar y el progreso. No un 'Yo' paupérrimo donde estamos tan mal que aprovechamos de darnos cuenta que existe una comunidad internacional que parece no importarle cuán grave sea nuestra crisis mientras sigamos vendiéndoles petróleo y haciendo el ridículo para distracción de muchos. Donde al parecer solo esta crisis le hace ruido a millones de cuentas en Twitter, a Fernando del Rincón y otros periodistas de medios nacionales e internacionales, y que son los únicos -al igual que millones de venezolanos- en darse cuenta del tamaño de nuestro mal y la desgracia que día tras día nos acecha.

Es triste que tengamos miles de 'YO' queriendo estar en primera plana cuando los que necesitan que les presten atención son jóvenes que tras protestar o estar en una carpa haciendo uso de un derecho -ahora penalizado por la blasfémica y partidista Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia-, se encuentren en Yare, Uribana, El Rodeo, el INOF o en una Audiencia Preliminar en el tan corrompido y delincuente Palacio de Justicia.

Es hora de que el país entero y su dirigencia pongan su tan “importante” protagonismo a un lado y se enfoquen en lo que es necesario: aquello que ayuda a retribuirle la dignidad humana perdida en los venezolanos. O es que, ¿sólo fuimos solidarios durando dos meses? O, ¿la nueva etapa de la protesta es no decir nada y aguantar palo con una venda en los ojos y una cadena en la boca?, o sencillamente todos los estudiantes presos, los exiliados y presos políticos –todos olvidados en los tan miserables discursos por parte de nuestra protagonista representación- dieron una lucha que fue en vano y sirvió de plataforma para su tan absurdo “YoÍsmo”.

Dejemos el 'YO' a un lado y salgamos a reconquistar nuestra tan quebrantada República.


Jilmir Valera.

Ese gran y confuso camino al que llamamos Vida.

Podemos compararla con un casino del que no podemos salir y en el que estamos obligados a apostar, a entregar todo sin recibir nada a cambio. A veces, ganaremos algo, otras veces, lo perderemos todo, pero siempre nos queda algo que apostar.

También podríamos compararla con una carrera, llena de obstáculos, esos obstáculos suelen ser las personas a nuestro alrededor, la propia vida y hasta nosotros mismos. Tropezaremos hasta decir "basta" pero el reto no esta en llegar a la meta, el verdadero reto se encuentra en levantarnos con la frente en alto y correr aun mas rápido, con paso firme y determinado.

De vez en cuando, alguien nos ayudará a levantarnos, otras veces, estaremos solos, pero siempre debemos seguir.

Esa compañera, amiga, amante, contrincante, enemiga a la que llamamos vida, suele colocar muros a nuestro alrededor para dificultarnos la llegada, pero lo que muchos no saben, es que esos muros no son sólidos ni resistentes, que con un simple "yo si puedo" se derrumban, se quiebran como un frágil cristal.


No hay nada que no podamos hacer, todo está a nuestro alcance, todo es fácil de obtener, lo complicado es estar consciente de esa inmensa capacidad de éxito y logro que cada uno de nosotros posee.


Gabriella Palmieri

Aquí Hay Esperanza

Hay un hecho notable hoy en Venezuela, un hecho que atenta contra la dignidad de todos los venezolanos. Y ese hecho es un gobierno que acorrala nuestro derecho a la libre expresión, a la educación, a la salud, a la participación política y económica; y que nos pone miles de trabas para que en vez de buscar nuestra felicidad y la de los demás, nos preocupemos por sobrevivir.

Un gobierno que busca controlar la cantidad y calidad humana de nuestro pueblo, evitando poner las circunstancias para que cada quien pueda ser lo mejor que puede ser, con el fin de rendir nuestra voluntad a la realización de una patria invisible.

Pero es ante este hecho pesimista donde encontramos el primer motivo de esperanza: en un grupo de gente entusiasta dispuesta a formarse y a actuar para cambiar las cosas. Un grupo de gente que aterra a “los cerdos”.

Los problemas son evidentes, los obstáculos también, pero es un reto que se presenta ante nuestra voluntad y nos invita a ser más libres: a salir de nuestras comodidades, a renunciar a la mediocridad y a la superficialidad, para poder ser capaces de formarnos y hacerle ver a la gente que el primer problema que tenemos para poder alcanzar nuestra plenitud como personas es un gobierno que nos ciega, que nos manipula y que se basa en la mentira.

Tenemos esperanza porque, basado en las estadísticas, notamos cómo el pueblo se da cuenta de esta farsa. El buen corazón del venezolano se indigna poco a poco ante tanta injusticia, (así como Benjamín, el burro de Rebelión en la Granja), porque abre los ojos y reclama una vida digna, que no se base en un soborno electoral, sino en oportunidades de formar un verdadero hogar, tener un trabajo digno e ir en búsqueda de su verdadera felicidad.

Pero… ¿dónde están las respuestas a nuestros problemas? ¿Qué le brindo yo a los venezolanos que no sea odio, mentira, ineficacia y mediocridad?... Y ante esta pregunta surge un último motivo de esperanza: que las respuestas las tenemos, pero que hasta el momento hemos acudido a la fuente errónea.

Hemos acudido al oráculo de las encuestas que sólo brindan cantidad, y no hemos acudido al oráculo de las ideas que nos hablan de la calidad. Y será el entendimiento de ese caldo de cultivo, de esa voz de la experiencia de nuestros pensadores que han vivido lo mismo y lo han sabido enfrentar, lo que nos ayudará a salir a la calle, a mover conciencias, y a desmontar un sistema basado en la inhumanidad.

Por eso creemos firmemente que aquí hay esperanza; y en esta esperanza surge nuestro entusiasmo de trabajar por Venezuela.

Andrés Chacín, Jorge Machín, José Tomás Martínez, Gabriel Capriles

Al Cartero de Pablo Neruda


Estimado Mario Ruoppolo:

Le pediste a Pablo que te explicara qué quería decir con eso de “el olor de los barberos me hace sollozar”, y él te respondió: “Verás Mario, no te lo puedo decir con palabras distintas a las que ya usé. Cuando la explicas, la poesía se hace banal. Mejor que cualquier explicación es vivir las emociones que la poesía puede revelarle a un ánima predispuesta a comprenderla”

Cuando una experiencia se vive con poesía ya no se trata tan sólo de comprender ingeniosas imágenes que producen las palabras hechas verso, si no que ésta, la poesía, ahora se convierte en algo más... se transforma en un canto al pasado que, siempre que se revive, despierta el recuerdo y, con éste, el corazón. 

¡Lamento de veras ese final de la película! Porque hiciste de un poeta su poesía, del recuerdo de una persona acompañado de metáforas, tu sentido de vivir. Te empeñaste con el recuerdo de tu amigo Pablo, hasta creer que la bella Beatrice y todos tus logros obtenidos durante la estadía de Neruda en la isla, sólo tenían valor si se trataban de él. 

¡Y qué equivocado estabas!... Eras demasiado ingenuo e inseguro de ti mismo. Te amarraste al canto del poeta, como un niño se aferra a su padre, sin caer en cuenta que aquél no era más que un buen hombre que se iba, y que tu esposa, y tu futuro hijo, la larga y feliz realidad que quedaba por vivir.

Pablo te enseñó a mirar alto, a mirar más allá de las redes de un pescador, pero tú te quedaste por las nubes. Te hizo falta poner los pies sobre la tierra. Y finalmente parecías hacerlo, ordenando la pasión que crea un verso. Sin embargo, para el momento de plasmar la experiencia vivida, el recuerdo de un amigo que debías abandonar en un papel, ya era demasiado tarde. No te dio tiempo de despertar, de contemplar nuevamente la belleza de tu esposa o de ver nacer al pequeño Pablito. 

Estimado cartero: ¡Te nos fuiste sin siquiera dedicarle un verso propio a lo que realmente fue tuyo!


Sin más que decir, 

Se despide,

Gabriel Capriles. 


@gabcapriles