miércoles, 27 de abril de 2011

UN AMIGO FRANCÉS


Hace unos días conocí a un francés que vino a Venezuela a hacer labor humanitaria,  exigida en los colegios como condición para graduarte. De cómo la aproveches depende que te haga mucho bien o no.



En una pequeña conversación que tuve con él me llamó la atención su forma de pensar. El tiempo de la conversación fue prolongada ya que las palabras de este joven reflejaban perfectamente lo que es nuestro país. 


Esa persona que vino de Francia a preocuparse por los demás en Petare, me hizo reflexionar. ¿Qué interés tenía en venir desde Francia a un lugar como éste? ¿Por qué Venezuela? ¿Se habrá equivocado de avión? ¿Qué pensará que hay en este lugar?... Todo esto y más vino rápidamente a mi cabeza.



Tras unos pensativos minutos decidí romper el silencio ocasionado por mis pensamientos con una pregunta sencilla y comprensible para un francés que habla poco nuestro idioma: ¿Qué es lo que más te ha gustado de Venezuela? 



Él me contestó de inmediato: “El barrio”. Yo por dentro me dije a lo criollo: ¿Qué le pasa a este pana? Dejé que siguiera hablando: “Es que en Venezuela hay muchos contrastes”. Esa palabra que para muchos podría ser la frase del día, para mí, también lo fue.



Cuando llegué a casa fui directamente al diccionario para constatar si alguno de los dos se había equivocado. Para enterarme bien de lo que me quiso decir con los “contrastes”. Estaba en lo cierto, "diferencia notable que existe entre personas"… Dio en el clavo al describir a Venezuela.  


Así que decidí escribir estas líneas, para dejar constancia de su aguda observación. En este tópico hemos de profundizar, si queremos conocer nuestro país. ¿Es que acaso no estaré yo contribuyendo con mi indiferencia a que estos contrastes se incrementen? ¿Es justo que sufran esas personas que tienen los mismos deberes y derechos que yo?



¿Es que no nos damos cuenta de que este problema surge cuando vivimos en una zona, estado, o lugar privilegiado, sin pensar que podríamos haber formado parte de los otros?



Me parece impostergable la solución a este problema. Vivimos inmersos en una realidad que no palpamos. Tuvo que venir alguien de otro país, de otro continente, para llamarnos a la reflexión. Apenas llegó, en un primer momento, se dio cuenta de una situación que a nosotros nos parecía normal. 



Juan Miguel Andrade

domingo, 24 de abril de 2011

En un bus cualquiera...


Salí por la tarde de mi casa en busca de un bus. Ya he sido advertido de lo peligroso que son los autobuses en Venezuela. Era un viernes común y corriente a la hora pico, desde la cola veía los buses repletos de gente, y pronto le dije adiós a la posibilidad de ir sentado... Después de unos 20 largos minutos llegó el bus.

          Pago, me siento, y comienza lo que yo llamaría un viaje de sentimientos regionales. Al ver los rostros de cada uno de los pasajeros, venezolanos corrientes, me di cuenta que no hay maldad en sus corazones, y que en sus ojos se refleja Venezuela entera. Lo que sería un paseo caluroso por Maracaibo se convirtió en mi primera cita con el venezolano común y corriente.

Cuando uno se da cuenta de esta realidad se tienen dos alternativas: la primera es dejar que se disuelva el sentimiento del momento, o, introducirse en él y dejarse llevar por la belleza nacional... Adivina cuál elegí.

La mayoría de los allí presentes regresaban a sus casas después de una larga jornada de trabajo. Gente emprendedora... me sentí como en una propaganda de Empresas Polar. Viendo sus maneras y su modo de vestir se adivinaba su ocupación: unos lavan carros, otras limpian casas, alguno seguramente era profesor y, sobre todo, señoras acompañadas de sus hijos y las compras del día. Cada uno de estos emprendedores venezolanos luchaban por hacer su trabajo lo mejor posible.

Estoy seguro que su motivación vital reside en su familia, sus hijos. Ésta es la razón de su existir, de su constante e inacabable lucha. Por ejemplo, la señora que en esa oportunidad fue mi compañera de asiento iba sacando cuentas en una calculadora, probablemente no sabía si le alcanzaría el dinero para llevar la comida a su casa.

Esta es la gente común y corriente, la verdadera gasolina de Venezuela, juntos representan el 80% de la población, son la mayoría: son Venezuela. Ellos me han generado la convicción de que estoy en un país de gente buena, que tiene ganas de echar para adelante. A ti, que estás en tu casa, te invito a toparte con esta realidad, y ese contacto quizá ayude a que te des cuenta de que Venezuela no es sólo un bonito paisaje, o un barril de petróleo, Venezuela es su gente, pero gente unida, no polarizada por diferencias sociales o políticas. Sal a conocer esta realidad. Y una de las maneras puede ser a través del transporte público.

…de repente me cayó el níquel.

Andrés Atencio P.