domingo, 22 de julio de 2012

Discurso de graduación (5to año de humanidades, Colegio Los Arcos)



Ya han pasado once años, ¡once años! donde hemos compartido, convivido, aprendido, y peleado. Once años donde nos hemos formado; once años donde nos preguntamos muchas veces cuándo llegaría este momento.


Cada grado que pasaba nos parecía estar más cerca de la meta, pero contábamos los años sobrantes y nos parecían infinitos. Llegamos a sexto grado y fuimos los mayores de primaria, nos preguntamos qué sería primer año y de pronto estábamos ahí, lidiando con 10 profesores y con muchas nuevas responsabilidades. Luego pasamos a segundo, tercero, a cuarto año, y aún seguíamos con la misma inquietud de averiguar qué sentiríamos por fin al llegar a este momento.

Y ahora, sentados aquí, nos miramos unos a otros e imaginamos qué llegarán a ser cada uno de nuestros compañeros, y cómo nos veremos dentro de unos diez años ¿En qué estaremos? Algunos estarán casados, otros seguirán solteros, unos quizá habrán logrado parte del éxito en la meta que se han propuesto y otros estarán luchando por lograrlo.

Ya el panorama no se limita a otro grado académico, sino a miles de posibilidades, de oportunidades y de responsabilidades que nos esperan con el paso que estamos dando esta noche.

Al fin nos preguntamos ¿qué será de nuestra vida? Ya no dependeremos de mamá y papá, sino de nosotros mismos. Miraremos la vida con otros ojos, y las preocupaciones de niño que antes teníamos se transformarán en preocupaciones de hombres, que no sólo nos incluyen a nosotros sino también a otras personas, a todos quienes nos rodean.

Estamos dispuestos a afrontar lo que nos toca vivir en un siglo con muchos problemas a nivel mundial y en especial en nuestra Patria Venezuela.

Y estamos dispuestos, espero que muchos de nosotros, a tomar el lugar que nuestros apreciados maestros tienen en este momento, porque el trabajo de ellos, al igual que el de nuestros padres, es fundamental para el desarrollo de la sociedad.

Es el deber de nuestra generación, entre muchas otras cosas, devolverle el honor a aquella profesión que nos ha hecho a nosotros mejores personas, y alardear de ella tanto cuánto merece. De las familias y de los docentes depende el futuro de nuestra nación, de ellos depende que se formen ciudadanos capaces, trabajadores, y sobre todo: venezolanos, como quería Arturo Uslar Pietri.

Les damos las gracias a todas las familias aquí presentes porque han sido fundamentales en nuestro desarrollo. Y le damos las gracias a todos los buenos profesores que aquí están y también a quienes no pudieron asistir, porque con ellos aprendimos a vivir, pasamos momentos inolvidables y nos brindaron las herramientas necesarias para poder lidiar con lo que viene ¡Que no será Nada Fácil!

Pero como decía Juan Pablo II (y nos lo recordaron en este colegio siempre) ¡No tenemos miedo! porque Dios está con nosotros, y saldremos adelante con la ayuda de Él y de la Santísima Virgen.

Asimismo les damos las gracias a nuestros compañeros de humanidades, poniendo en primer lugar a nuestro amigo Armando, que, a pesar del poco tiempo que estuvimos con él, dejó una marca en cada uno de nosotros con su personalidad jovial y disposición para ayudar a los demás. Les damos las gracias, porque logramos convivir como una familia durante estos dos años, donde todos los días aprendimos y aportamos algo nuevo.

En la familia de la “H” nos formamos como verdaderos humanistas, discutimos sobre filosofía, moral y valores porque sabíamos que de ello depende nuestro bien y el de toda la sociedad. 

También conversamos sobre nuestro deber que, como venezolanos, debe centrarse en una búsqueda de soluciones, y no de quejarnos constantemente por los problemas. Encontramos necesaria la formación en el extranjero, si así lo deseábamos, pero descubrimos también la necesidad de resguardar lo nuestro y de hacernos responsables por ello, por aquello donde Dios nos ha puesto y nos ha hecho dueños a todos nosotros como venezolanos; ya que lo nuestro de nosotros depende. Y ahora nos ha tocado el momento del relevo, la hora de la lucha con esperanza y entusiasmo que caracteriza a todo joven.

Sabemos que somos una generación que le ha tocado duro, y por esa razón vemos la necesidad de construir una mejor sociedad con nuestro ejemplo y con nuestras acciones. Hemos entendido con ¡E! mayúscula que gran parte del futuro de Venezuela está en nuestras manos.

Y también, en estos años, ¡que no han sido nada fáciles! llegué a una conclusión que comparto ahora con ustedes: a nosotros nos ha tocado sembrar los árboles que faltan (¡que son muchos!) para que nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de la sombra que nosotros no hemos tenido.
Por último, entendimos que aquí queda mucho por hacer, que aquí lo que sobra es trabajo, posibilidades, oportunidades… pero que todo requiere de un mayor esfuerzo porque nos falta mucha sombra. Y aunque el sol nos pegue de frente, a veces nos queme y nos provoque salir corriendo, la esperanza y la juventud que tenemos se antepondrán ante las dificultades. Porque también son las ganas las que sobran y la esperanza la que jamás debemos perder. Que Venezuela cambie y obtenga Paz y Justicia para TODOS, dependerá de todos y de cada uno de nosotros.

Nuestro objetivo debe ser que al llegar a viejos no volvamos a repetir las palabras de siempre “todo era mejor cuando yo era joven” sino que al ser viejos digamos: “esto está mejor que en mis tiempos y yo forme parte del progreso y verdadero desarrollo de esta grandiosa nación llamada Venezuela”

20 de julio de 2012





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