Hace unos años, apenas estaba empezando mi carrera, un amigo quería que lo aconsejara sobre si valía la pena estudiar en una universidad. Creo que en aquel momento no pude ayudarlo mucho. Ahora, a pocos días de mi acto de grado para obtener mi título en Licenciado en Comunicación Social, quiero intentar nuevamente responder a esa pregunta por si mi amigo u otro todavía tienen la duda.
La Universidad es aquel lugar que nos toca vivir en una etapa de la vida en la que todavía estamos formando nuestra personalidad, nuestro carácter. Será un periodo de tiempo donde desarrollaremos nuestras potencialidades para ser mejores personas; será el lugar donde adquiriremos virtudes. Es un lugar donde todo conspira a favor de nosotros para absorber hábitos buenos: la puntualidad para llegar a clases, el orden para llevar al día las materias, la paciencia para aguantar al compañero inoportuno o al profesor aburrido, la alegría para tratar con los amigos, la humildad para servir, etc.
Los animales no luchan para ser mejores. Son, y punto. El hombre en cambio, debe luchar, día tras días, para ser mejor. Una persona que en algún momento se detiene a pensar “quiero mejorar” se planteará cosas como: ser más ordenada, más alegre, más justa, más laboriosa, etc. Para ello no bastará con pensarlo, puesto que adquirir esas virtudes significará un ejercicio diario, empezando por lo pequeño, de realizar todos aquellos actos que contribuyan a la causa, hasta convertirse en un hábito. Como aquel individuo que quiere ser más ordenado, se preocupará de guardar todos los días sus zapatos en el closet y dejar su escritorio en orden al terminar su trabajo, hasta que lo haga por inercia.
Sabiendo esto, son esos años en la universidad en que la persona se exige de una u otra manera, de forma voluntaria o inadvertida, a desarrollar hábitos buenos que lo ayudarán en su formación. También, es en este período, en el que cada estudiante no sólo se dedicará a aprender lo propio de su carrera para ser un profesional competitivo, sino que tendrá la oportunidad de adquirir conocimientos que le ayudarán a crecer intelectualmente, sea porque la universidad pone a su disposición espacios para fomentar su cultura general, como también en esa relación con profesores o compañeros que, en ese tú a tú, lo enriquecen.
Existen muchas otras buenas razones para estudiar en una universidad. Lamento que deje por fuera la gran mayoría y quizás hasta las más importantes. Pero bueno, son las que ahora me llegan a la mente. Pero no quiero terminar sin antes traer a colación una más: el aprendizaje sobre la búsqueda de la verdad y el bien.
La persona podrá descubrir en la universidad que buscando sólo lo que es verdadero y bueno podrá desarrollarse como persona y contribuir al bien común de la sociedad. Sabrá diferenciar cuándo se hace el mal, y cómo el mal siempre afecta al otro, y en consecuencia hacer el bien. Sabrá distinguir cuándo en la vida pública se atenta contra la verdad para favorecer intereses particulares y erróneos.
Ciertamente hoy, por culpa del relativismo moral, se hace cada vez más difícil este discernimiento de lo que es bueno y verdadero, pero eso es tema para otro post. ¡Que viva la vida universitaria!
Mario Alfonzo
@alfonzomario
http://estanciadelsello.com/
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