El título del post se refiere al séptimo mandamiento del “Animalismo”, sátira del comunismo que se vivía en la Unión Soviética, en el libro “La Rebelión de la Granja (Animal Farm)” de George Orwell. En él, se expresa de modo perfectamente claro cómo se llega a implantar un régimen comunista, sin importar los medios que se utilicen, y sólo un pequeño grupo son beneficiados.
En un principio, en la granja del Sr. Jones reinaba la paz, hasta que uno de los puercos con más edad y experiencia decidió infundir la idea de una revolución, en la cual los “explotadores” humanos quedarían expulsados y todos los animales vivirían en plena libertad sin opresiones, trabajarían cuánto quisieran y todo lo que producirían lo consumirían, sin que nadie más interfiriera. Este régimen estaría dirigido por los cochinos, quienes tomarían todas las decisiones (¿no era que todos los animales eran iguales?).
Lo principal que buscaban todos los animales es que nunca fueran tan oprimidos como “en los tiempos del Sr. Jones”, sin embargo, se ven forzados a trabajar muchísimo más que antes, en pro de la revolución, sin recibir recompensas, porque su recompensa era “ser libre”. Además, se cree firmemente que lo peor que existe en el mundo son los humanos, y no se debe hacer nada parecido a ello, fundamento principal de "Los Siete Mandamientos".
Transcurrida la novela, los puercos empiezan a tener tendencias humanas, y modifican paulatinamente los mandamientos, para quedar justificados, diciendo que en un principio no dijeron esto, sino aquello, y que nunca ocurrió tal o cual cosa, o que este tipo de cosas son necesarias para una revolución. Se producen catástrofes: se produce para la venta, mientras que en la granja se mueren de hambre; matan a todo aquel que cuestiona una mínima parte de las decisiones del “Líder”; los cochinos comen muchísimo mejor que todos los animales; y destinan los ingresos y planes de la granja únicamente a su beneficio, etc.
Cuando los animales van al fondo del granero a ver escritos "Los Siete Mandamientos", todos han sido borrados y sustituidos por uno: “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.
Al final de la obra, los puercos (vestidos y caminando en dos patas) y los humanos están sentados en la misma mesa, jugando cartas, y se arma un griterío al notar que tanto uno de los cochinos y uno de los humanos están haciendo trampa. “Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién”
No debemos irnos a una granja, ni a la Unión Soviética para ver esto: un lugar en el que se cambia TODO (nombre, políticas, bandera) para diferenciarse de aquellos tiempos lejanos en el que “reinaba la opresión y el engaño”, y en el que ahora “estamos mejores”, y cualquier cosa que se cuestiona, si no eres asesinado, se responde con un “¿es que acaso quieres volver a como estábamos antes?”; un lugar en el que se dice que hay participación de todos, pero es un pequeño grupo que es beneficiado y que hace planes sólo para ellos; un lugar donde no importas tú, ni tus cosas, ni tus intereses, sino sólo los de este pequeño grupo de beneficiados, que los enmascaran como “los intereses de la revolución”; un lugar donde se produce para la exportación, y se descuidan los productos, mientras un grandísimo número mueren de hambre…En este lugar, son los asquerosos puercos quienes gobiernan mientras todos los demás animales viven de acuerdo con esto.
José Urdaneta
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