Finales del mes de enero, el otoño del primer mes del año 2013, Venezuela sigue inmersa en una de las mayores crisis de las últimas décadas. Para casi todos los venezolanos, el 2013 representaba en el último trimestre del año 2012 la tranquilidad de un nuevo comienzo, una nueva etapa en la historia de nuestro país.
Sin embargo, el 2013 empezó
trastabillándose, sumergidos en rumores, imprecisiones, negociaciones,
incertidumbre e ilegalidades, al día de hoy ningún venezolano sabe que va a
pasar el día siguiente. Es cierto que el futuro siempre es cambiante y
desconocido, pero el futuro es tan oscuro que la tranquilidad se tomó
vacaciones, y dejó como inquilino al miedo y al desasosiego en la mente de los
venezolanos.
Ahora bien, en estos tiempos de
incertidumbre mucho se habla de cómo hacemos política en Venezuela. La buena,
la mala, la vieja, la nueva, la oficialista o la de oposición. Lo cierto es que
desde hace mucho tiempo hemos dejado de hacer buena política en mi humilde y
precoz opinión.
Dijo Guillermo Aveledo hace poco
en un foro al cual asistí que “aquel que busca votos, no encuentra nada, pero
aquel que busca personas, encuentra votos”. Abro con esta reflexión ya que
pienso que encuadra perfectamente en la realidad política venezolana.
Qué es la política, qué significa
hacer política. Sin ánimos de impartir una lección didáctica ni mucho menos, ya
que no cuento con la experiencia ni la preparación para hacerlo, sí puedo
afirmar que la política encuadra al menos dos elementos, el primero que es una
ciencia social, y el segundo, que enlaza a la ciudadanía con el comportamiento
en sociedad. Como ciencia social, la política se encuentra envuelta en
fenómenos y realidades cambiantes.
Dicho esto, volvemos donde
empezamos, a la realidad confusa que vivimos en Venezuela. La oposición viene
de dos abrumadoras derrotas que la han dejado prácticamente en la lona buscando
una mano que tocar para que los ayude. El chavismo vive un escenario sin su
carismático líder, responsable directo de las victorias electorales que los
pusieron allí.
¿Qué panorama afronta Venezuela? La
democracia corre grave peligro de ser pisoteada por una dictadura
constitucional del siglo XXI y legitimada ante el panorama internacional; como
dijo Charles Chaplin “los dictadores se liberan a sí mismos pero esclavizan al
pueblo”. Sin Chávez en el panorama la situación se torna aún más confusa, el
TSJ ha legitimado una presidencia sin presidente, y frente a esto nos hemos
quedado sin recursos legales frente a la violación desmesurada de la
constitución. Mientras Maduro gana tiempo y hace campaña, la oposición se
debate por pequeños focos de poder.
Si el panorama político lo vemos
como un juego de ajedrez, la oposición en vez de jugar por un objetivo final,
el jaque mate, se enfoca mediante estrategias erróneas enmascaradas en una
inexistente unidad en tratar de conquistar a los peones. Con las elecciones
municipales a la vuelta de la esquina y con un mapa político en el cual sólo
tres gobernaciones pueden llamarse de oposición, muchos partidos se han dado la
tarea de pescar en río revuelto tratando de subsistir con lo poco que queda por
repartir.
La realidad es que nuestros
políticos (la mayoría) son miopes y han mostrado sus verdaderos colores e
intereses. La estrategia y la manera de hacer política no ha ido más allá que
la preparación de la elección más cercana, las metas siempre son a corto plazo,
y no logramos concretar un verdadero plan de cómo enfrentar el panorama. Los
partidos se han convertido en máquinas populistas que se enfocan en
contingencias circunstanciales, quien da más, yo te doy esto, te arreglo lo
otro, cuando en teoría los buenos políticos se preparan y gobiernan para las
próximas generaciones, realidad que ha
sido imposible de concretarse dentro de los llamados líderes opositores.
La MUD sólo tiene en común una
sola cosa, el odio hacia Hugo Chávez, y hay algunos que incluso prefieren al
actual presidente antes que a uno de sus contrincantes “amigos” de la mesa. Sin
un plan específico, sin los objetivos claros y sin reconocer el presente y
futuro del país, jamás haremos política de altura.
Y en las puertas de esta
disyuntiva que se nos presenta en cómo hacer política, tenemos una oportunidad
de oro, las nuevas y las viejas generaciones, el progreso se vislumbra a lo
lejos, pero se vislumbra. En todas las crisis siempre existen oportunidades
escondidas, y a ello debemos apuntar, en la eterna dicotomía entre el bien y el
mal, siempre debemos elegir el bien, la mejor manera. La única manera de hacer
las cosas debe ser de manera correcta, con ética, con moral, sin escalas de
grises. Estoy seguro que ninguno de los políticos actuales respondió en su
infancia a la pregunta de qué quieren hacer de adultos: hacer las cosas mal,
ser corrupto, dejar mis ideales de un lado por un fin, traicionar lo que
creemos por bienes materiales y reconocimiento mediático.
Pues nuestro fin como sociedad,
como seres políticos, como ciudadanos de urbanizaciones, municipios,
gobernaciones, de un país, de un mundo globalizado, debe ser siempre ir más
allá, buscar con esfuerzo y dedicación el bien común, a medida que cada uno
como individuo éste mejor la sociedad se beneficiará, y de igual medida, una
sociedad buena beneficia a cada uno de sus individuos. Aprovechemos esta
oportunidad que se nos presenta en Venezuela, para escuchar. Escuchar los
problemas, angustias y logros de aquellos que viven a metros de nuestras casas,
y que día a día ignoramos, nos excusamos sin razón lógica y nos convertimos en
hombres y mujeres solitarios que no se preocupan por su prójimo.
Cómo aquellos que tenemos más
podemos botar comida sabiendo que a metros de distancia puede existir alguien
sin poder comer, cómo aquellos que tenemos herramientas para mejorar nuestro
entorno no lo vamos a hacer, y los líderes de nuestra nación deben entender que
la política debe cambiar, que hacer política no debe ser negociar cargos y
contratos en una perpetua complicidad; los líderes se deben a su sociedad, son
servidores públicos, y por ello deben poner los intereses colectivos por encima
de los suyos, y entender, que el país necesita gente trabajadora y preparada
que entienda que existen intereses por encima de las individualidades y de los
partidos.
Al final todo se resume a la
felicidad, debemos buscarla, sin perjudicar a los demás, no podemos mantener un
discurso de división, de odio, de violencia. El país, nuestro país, ya está lo
suficientemente polarizado, el discurso de odio alimenta al mal, a aquellos que
han dividido a nuestro país, es su arma, los fortalece, y estamos cayendo en su
trampa.
Siempre va a existir la manera de
hacer las cosas bien, es muy triste escuchar a aquellos con más sabiduría
explicarnos que el mundo funciona así, que debemos bailar al ritmo que imponen
aquellos que se han equivocado. Decidamos de una vez por todas cambiar la
música, hagamos nuestra propia melodía, y olvidemos todas las formas, las malas
formas en que hemos estado haciendo nuestra política, nuestro vivir.
Necesitamos entendimiento y compasión con inteligencia, no es regalarle a los
pobres y esperar sus votos, el político mediocre le interesa la pobreza, le
interesa la ignorancia, porque mientras haya necesidad habrá que ofrecer, y
mientras se ofrezca va a existir el voto manipulado. En vez de regalar,
escuchemos, brindemos herramientas para que cada una de esas personas crezca y
aporte a la sociedad, en esos términos debemos actuar. Dice el maestro Abreu,
ejemplo de la nueva Venezuela, que lo más miserable de la pobreza no es la
falta de pan o de techo, es sentirse sólo, sentirse nada y nadie, ser parte de
nada. Pues vamos todos como ciudadanos a ser parte de la sociedad en que
vivimos, vamos a involucrarnos e involucrar a los más desfavorecidos, démosle
la oportunidad de ser parte de algo y ser alguien.
La prudencia, la justicia, la
sabiduría, la decencia, los valores serán parte de ese futuro que debemos
construir desde el 2013. Tratemos de ser el ejemplo, y busquemos las
herramientas para poner esa pequeña piedra del nuevo porvenir, nadie es
perfecto, ni nunca habrá alguien perfecto, sin embargo, no podemos excusarnos
en el viejo discurso de que el mundo es así, o corres o te encaramos. Hay una
oportunidad de cambiar el paradigma, podemos intentarlo, no perdemos nada
tratando de hacer las cosas bien, el viejo discurso y las viejas formar
caducaron, no nos han llevado a nada, y estamos perdiendo. Contagiemos a los
demás de buenas maneras y no dejemos que sean aquellos que practican las malas
formas los que contagien al resto de las personas. Vivimos en sociedad, y en
sociedad sacaremos el país adelante.
“Elegimos el momento en el que
nacimos o nos ajustamos a los tiempos en que hemos nacido” (Lincoln)
Se vienen cosas buenas. La mejor
Venezuela.
Juan Francisco Martínez Valera
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