viernes, 15 de febrero de 2013

Nuestra oportunidad



Finales del mes de enero, el otoño del primer mes del año 2013, Venezuela sigue inmersa en una de las mayores crisis de las últimas décadas. Para casi todos los venezolanos, el 2013 representaba en el último trimestre del año 2012 la tranquilidad de un nuevo comienzo, una nueva etapa en la historia de nuestro país.
Sin embargo, el 2013 empezó trastabillándose, sumergidos en rumores, imprecisiones, negociaciones, incertidumbre e ilegalidades, al día de hoy ningún venezolano sabe que va a pasar el día siguiente. Es cierto que el futuro siempre es cambiante y desconocido, pero el futuro es tan oscuro que la tranquilidad se tomó vacaciones, y dejó como inquilino al miedo y al desasosiego en la mente de los venezolanos.

Ahora bien, en estos tiempos de incertidumbre mucho se habla de cómo hacemos política en Venezuela. La buena, la mala, la vieja, la nueva, la oficialista o la de oposición. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo hemos dejado de hacer buena política en mi humilde y precoz opinión.

Dijo Guillermo Aveledo hace poco en un foro al cual asistí que “aquel que busca votos, no encuentra nada, pero aquel que busca personas, encuentra votos”. Abro con esta reflexión ya que pienso que encuadra perfectamente en la realidad política venezolana.

Qué es la política, qué significa hacer política. Sin ánimos de impartir una lección didáctica ni mucho menos, ya que no cuento con la experiencia ni la preparación para hacerlo, sí puedo afirmar que la política encuadra al menos dos elementos, el primero que es una ciencia social, y el segundo, que enlaza a la ciudadanía con el comportamiento en sociedad. Como ciencia social, la política se encuentra envuelta en fenómenos y realidades cambiantes.

Dicho esto, volvemos donde empezamos, a la realidad confusa que vivimos en Venezuela. La oposición viene de dos abrumadoras derrotas que la han dejado prácticamente en la lona buscando una mano que tocar para que los ayude. El chavismo vive un escenario sin su carismático líder, responsable directo de las victorias electorales que los pusieron allí.

¿Qué panorama afronta Venezuela? La democracia corre grave peligro de ser pisoteada por una dictadura constitucional del siglo XXI y legitimada ante el panorama internacional; como dijo Charles Chaplin “los dictadores se liberan a sí mismos pero esclavizan al pueblo”. Sin Chávez en el panorama la situación se torna aún más confusa, el TSJ ha legitimado una presidencia sin presidente, y frente a esto nos hemos quedado sin recursos legales frente a la violación desmesurada de la constitución. Mientras Maduro gana tiempo y hace campaña, la oposición se debate por pequeños focos de poder.

Si el panorama político lo vemos como un juego de ajedrez, la oposición en vez de jugar por un objetivo final, el jaque mate, se enfoca mediante estrategias erróneas enmascaradas en una inexistente unidad en tratar de conquistar a los peones. Con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina y con un mapa político en el cual sólo tres gobernaciones pueden llamarse de oposición, muchos partidos se han dado la tarea de pescar en río revuelto tratando de subsistir con lo poco que queda por repartir.

La realidad es que nuestros políticos (la mayoría) son miopes y han mostrado sus verdaderos colores e intereses. La estrategia y la manera de hacer política no ha ido más allá que la preparación de la elección más cercana, las metas siempre son a corto plazo, y no logramos concretar un verdadero plan de cómo enfrentar el panorama. Los partidos se han convertido en máquinas populistas que se enfocan en contingencias circunstanciales, quien da más, yo te doy esto, te arreglo lo otro, cuando en teoría los buenos políticos se preparan y gobiernan para las próximas generaciones,  realidad que ha sido imposible de concretarse dentro de los llamados líderes opositores.

La MUD sólo tiene en común una sola cosa, el odio hacia Hugo Chávez, y hay algunos que incluso prefieren al actual presidente antes que a uno de sus contrincantes “amigos” de la mesa. Sin un plan específico, sin los objetivos claros y sin reconocer el presente y futuro del país, jamás haremos política de altura.

Y en las puertas de esta disyuntiva que se nos presenta en cómo hacer política, tenemos una oportunidad de oro, las nuevas y las viejas generaciones, el progreso se vislumbra a lo lejos, pero se vislumbra. En todas las crisis siempre existen oportunidades escondidas, y a ello debemos apuntar, en la eterna dicotomía entre el bien y el mal, siempre debemos elegir el bien, la mejor manera. La única manera de hacer las cosas debe ser de manera correcta, con ética, con moral, sin escalas de grises. Estoy seguro que ninguno de los políticos actuales respondió en su infancia a la pregunta de qué quieren hacer de adultos: hacer las cosas mal, ser corrupto, dejar mis ideales de un lado por un fin, traicionar lo que creemos por bienes materiales y reconocimiento mediático.

Pues nuestro fin como sociedad, como seres políticos, como ciudadanos de urbanizaciones, municipios, gobernaciones, de un país, de un mundo globalizado, debe ser siempre ir más allá, buscar con esfuerzo y dedicación el bien común, a medida que cada uno como individuo éste mejor la sociedad se beneficiará, y de igual medida, una sociedad buena beneficia a cada uno de sus individuos. Aprovechemos esta oportunidad que se nos presenta en Venezuela, para escuchar. Escuchar los problemas, angustias y logros de aquellos que viven a metros de nuestras casas, y que día a día ignoramos, nos excusamos sin razón lógica y nos convertimos en hombres y mujeres solitarios que no se preocupan por su prójimo.

Cómo aquellos que tenemos más podemos botar comida sabiendo que a metros de distancia puede existir alguien sin poder comer, cómo aquellos que tenemos herramientas para mejorar nuestro entorno no lo vamos a hacer, y los líderes de nuestra nación deben entender que la política debe cambiar, que hacer política no debe ser negociar cargos y contratos en una perpetua complicidad; los líderes se deben a su sociedad, son servidores públicos, y por ello deben poner los intereses colectivos por encima de los suyos, y entender, que el país necesita gente trabajadora y preparada que entienda que existen intereses por encima de las individualidades y de los partidos.

Al final todo se resume a la felicidad, debemos buscarla, sin perjudicar a los demás, no podemos mantener un discurso de división, de odio, de violencia. El país, nuestro país, ya está lo suficientemente polarizado, el discurso de odio alimenta al mal, a aquellos que han dividido a nuestro país, es su arma, los fortalece, y estamos cayendo en su trampa.

Siempre va a existir la manera de hacer las cosas bien, es muy triste escuchar a aquellos con más sabiduría explicarnos que el mundo funciona así, que debemos bailar al ritmo que imponen aquellos que se han equivocado. Decidamos de una vez por todas cambiar la música, hagamos nuestra propia melodía, y olvidemos todas las formas, las malas formas en que hemos estado haciendo nuestra política, nuestro vivir. Necesitamos entendimiento y compasión con inteligencia, no es regalarle a los pobres y esperar sus votos, el político mediocre le interesa la pobreza, le interesa la ignorancia, porque mientras haya necesidad habrá que ofrecer, y mientras se ofrezca va a existir el voto manipulado. En vez de regalar, escuchemos, brindemos herramientas para que cada una de esas personas crezca y aporte a la sociedad, en esos términos debemos actuar. Dice el maestro Abreu, ejemplo de la nueva Venezuela, que lo más miserable de la pobreza no es la falta de pan o de techo, es sentirse sólo, sentirse nada y nadie, ser parte de nada. Pues vamos todos como ciudadanos a ser parte de la sociedad en que vivimos, vamos a involucrarnos e involucrar a los más desfavorecidos, démosle la oportunidad de ser parte de algo y ser alguien.

La prudencia, la justicia, la sabiduría, la decencia, los valores serán parte de ese futuro que debemos construir desde el 2013. Tratemos de ser el ejemplo, y busquemos las herramientas para poner esa pequeña piedra del nuevo porvenir, nadie es perfecto, ni nunca habrá alguien perfecto, sin embargo, no podemos excusarnos en el viejo discurso de que el mundo es así, o corres o te encaramos. Hay una oportunidad de cambiar el paradigma, podemos intentarlo, no perdemos nada tratando de hacer las cosas bien, el viejo discurso y las viejas formar caducaron, no nos han llevado a nada, y estamos perdiendo. Contagiemos a los demás de buenas maneras y no dejemos que sean aquellos que practican las malas formas los que contagien al resto de las personas. Vivimos en sociedad, y en sociedad sacaremos el país adelante.

“Elegimos el momento en el que nacimos o nos ajustamos a los tiempos en que hemos nacido” (Lincoln)

Se vienen cosas buenas. La mejor Venezuela. 

Juan Francisco Martínez Valera

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