Cuando estudié en el preescolar hice muchos amigos, amigos de
infancia, de esos que nunca se olvidan, y que te marcan de por vida. Tenía un amigo
que era demasiado especial para mí. Solíamos, todas las tardes, salir al parque
a jugar, o a hacer alguna actividad juntos. Cuando salí del preescolar él recorrió
un sendero distinto al mío. Sus padres lo inscribieron en un liceo público al
otro lado de la ciudad y más nunca supe nada de él.
Años después me lo conseguí. Ya me había graduado y él también,
imagino. Lo vi de lejos, me acerqué y le
sonreí… él lloró. No me esperaba esa reacción. Rompió en llanto y me abrazó,
se mantuvo por un minuto en esa posición y en ese estado de depresión; temía
interrumpir su desahogo, y a la vez sentía pena de preguntar qué le pasaba, pero
tuve la valentía de hacerlo.
- -Valentín, ¿Qué te ocurre?
- -¿Has hablado alguna vez con
nuestros excompañeros del preescolar?
- -No, hace mucho tiempo que no. Pero, ¿por qué lloras y me abrazas?
- -Porque todos están muertos men,
todos han sido asesinados, y nunca pude despedirme de ellos, por eso me despido
de ti, antes de que te lleven también.
Juan V. L.
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