lunes, 9 de abril de 2012

Bebé “a bordo”



Todos los hombres y mujeres sabemos que el sentimiento más grande de la vida es hacia los hijos. En el mundo entero, a pesar de las distintas creencias y culturas, coincidimos en esta inmejorable alegría.

No hace falta hacer un curso para aprender a quererlos, ni comprar un libro por internet. Simplemente,  cuando la casa empieza a llenarse de hijos,  el corazón crece tanto que automáticamente  le damos más sentido a todo lo que nos rodea. Hace poco oí decir a una madre “cuando se tiene un hijo sí provoca vivir, trabajar y sonreír”.

Sin embargo, no entiendo cómo hay mujeres que deciden interrumpir el embarazo por distintos motivos.  Quizás insistan en que fueron víctima de una violación, en algunos casos, o que al bebé le diagnosticaron una grave enfermedad o malformación en el vientre. Muchos médicos apoyan esta situación diciéndole a los padres “si no viene completo, mejor lo sacamos.  No lo hacemos sufrir y a ustedes tampoco”.

Obviamente, hay situaciones difíciles pero bajo ningún motivo podemos prohibirles el derecho a nacer. Después de la fecundación, ya hay un embrión con cuerpo y alma. Aunque muy pequeño, existe un ser que viene a acompañarnos por alguna razón y no tenemos autoridad de cancelar sus planes.

Una opción que ofrecen cientos de organizaciones a las madres con embarazos no deseados, es dar a sus bebés en adopción a parejas que tras varios años de matrimonio tratando de concebir, no han podido por problemas de infertilidad, edad o cualquier otro. Conozco varios que sí están dispuestos a recibir hijos ajenos para criarlos, amarlos y formarlos como si fueran suyos.

Por otro lado,  conocí una familia  que de sus 4 hijos uno presenta  retardo  mental.  Su padre, quien sobrepasa los 60 años, caracterizado por ser demasiado alegre, ha dicho muchas veces que esa es la bendición más grande que han recibido de Papa Dios.

A otra niña muy linda con apenas 3 meses de gestación, le diagnosticaron síndrome  de hipoplasia de corazón izquierdo, una grave patología cardíaca cuyo porcentaje de salvación según los médicos era de 0%. Los padres,  a pesar de su preocupación, decidieron recibirla. Desde que nació,  la bella jovencita fue llamada  “Gladiadora”, dado sus incansables esfuerzos por superar dicha condición. Hace poco, a punto de cumplir  5 meses, Papa Dios decidió llevársela al cielo. Con una ilimitada tristeza, su familia aguanta el trago amargo de su desaparición física. Pero también tienen una profunda paz por haberse comportado correctamente. Tanto así que el mismo día del lamentable  hecho, su papá aseguró que fueron los meses más felices de su vida.

Entonces, con tan valiosos ejemplos, creo que sí vale la pena incluir a bordo de nuestros hogares a todos los niños que la vida nos quiera dar.

Luis Daniel Ramírez Gil

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