Tarde en urgencias de un Hospital.
Acompaño a un hombre doliente con una hernia en las vértebras del cuello. A una
cortina de distancia, una mujer mayor -acompañada por su hija, que la va
animando- lucha medio inconsciente por lograr aire. El enfermo, cansado,
aburrido, aprensivo, se queja de su aburrimiento.
"Se hace inacabable estar en esta cama de hospital", comenta.
"No. Lo que pasa es que es puro tiempo. Habitualmente tenemos cosas que hacer, y así evitamos la conciencia del pasar. Pero lo tuyo aquí es tiempo vacío de distracciones, y por eso se convierte en carga. En eso consiste aburrirse, y lo contrario es la diversión: un tiempo distraído, esto es, que pasa sin ser notado. Todo eso es lo mismo que afirmar que somos un ser para la muerte. Aunque también quiere decir que nuestro premio sólo puede consistir en la eternidad, un ser tan intenso que se disfrute siempre con la plenitud del instante, del ahora".
A estas alturas del discurso, y con una tal Carmen agonizando a tres centímetros, mi enfermo ya se había dormido.
J. Aranguren
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