La idea de lo que implica un promedio
académico se ha intentado enfocar de maneras bastante realistas. No obstante,
al llevar dicha idea a la práctica, se deforma a tal punto que el promedio
académico termina por ser un concepto totalmente ambiguo. Para los estudiantes,
como lo es mi persona, un promedio representa simplemente un estímulo para impulsarlos
a sobrepasar sus propios límites, aunque pueda causar el efecto contrario
llegando incluso a ser motivo de depresión para algunos. Sin embargo, también
el promedio académico es una representación cuantitativa de los conocimientos
del alumno, lo cual le facilita a los interesados una visión de sus capacidades
con miras al futuro.
Existen, a mi criterio, dos tipos de
estudiantes: El estudiante tradicional y el estudiante analítico. El primero
utiliza como principal herramienta de estudio la memorización, mientras que el
segundo busca el por qué de cada concepto. Creo que el método analítico es el
más efectivo para un saber realmente provechoso, que nos ofrezca una mejor
preparación ante las diferentes situaciones de la vida.
Al
respecto, quizás algunos profesores contradigan mi opinión, pues valoran más la
capacidad de memorización en sus alumnos que la puesta en práctica de los conocimientos
adquiridos. Sólo hay que observar un examen y analizar las preguntas formuladas
en el mismo, y preguntarnos cuál es el método más utilizado para obtener la
nota máxima. La respuesta es: memorización, pues el hecho de formular un ítem para
que el alumno escriba un concepto determinado no representa un desafío si la
definición ya está memorizada.
No obstante, estoy casi seguro de que si
a uno de esos alumnos se le coloca en una situación de emergencia en la cual
deba utilizar sus conocimientos para saber qué hacer en el caso de que una
serpiente pique a un compañero, por ejemplo, tendría que evocar la definición
que memorizó anteriormente sobre el veneno de una cascabel y cómo retrasarlo,
y, posteriormente, traducir esta definición a palabras que sean perfectamente
conocidas por él mismo; sólo traduciendo el concepto a su propio lenguaje, en
ese momento, podría ayudar a su amigo. Según mis cálculos, lamentablemente,
para el momento en que esa persona haya realizado semejante proceso, ya su compañero
habrá muerto.
Los estudiantes analíticos se esfuerzan
cuando se les presenta una prueba de memorización, pues para ellos es un
desafío expresar la definición con sus propias palabras y que sea equivalente
al concepto original. La peor parte es que, al final, el alumno tradicional
obtiene la nota máxima sin ni siquiera el tercio del esfuerzo del alumno
analítico. El primero quizás obtenga un 19, mientras que el segundo se tendrá
que conformar con un modesto 16 por el esfuerzo.
Claro está que hay quienes realizan una
especie de transacción entre lo analítico y lo tradicional, pues el ser humano
siempre buscará el camino más fácil para llegar a un mejor resultado. Algunos
maestros nos han dicho que no debemos elegir el camino más fácil, pues normalmente
trae consecuencias desagradables; pero mientras ellos realizan semejante afirmación,
terminan, indirectamente, promoviendo lo contrario. Hay que advertir que las
evaluaciones de memorización pueden causar una gran controversia en la mente de
ya sea un adolescente como un niño, pues ellos necesitan ser educados por
personas que respalden sus palabras dando ejemplos, ya que están pasando por un
período de desarrollo en el que necesitan ser instruidos por personas que estén
seguras de sus palabras. Estas enseñanzas deben servir para que cuando las
personas estén en su máxima etapa de desarrollo, puedan tener sus propias
opiniones que beneficien a una sociedad con tantas necesidades.
Apoyándome en estas críticas, considero
necesario persuadir a todos los maestros y profesores a que adopten un método
de evaluación distinto a la memorización; y para los alumnos, sean siempre alumnos
analíticos, pues esto les va a traer una recompensa, y, aunque tengan
profesores que evalúen con el método tradicional de memorización, sigan
estudiando con el método analítico, y sigan teniendo un pensamiento rico en
inteligencia y en capacidad de dar una opinión crítica. No se obsesionen con
los promedios si sus resultados no son tan atractivos como los esperaban, pues
siempre la tentación les inclinará al camino fácil. Ignora dicha tentación, y
sigue nutriendo tu pensamiento.
Juan Diego Fernández Lebrún
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