“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta,
lo sé; si quiero explicarlo al que me lo pregunta, no lo sé.”
(San Agustín)
En un mundo donde todo va de prisa, donde la información se multiplica
por segundo, donde las colas nos quitan parte de la vida y la tentación de
perder nuestro tiempo acudiendo al “encantador” mundo paralelo resulta cada vez
mayor, para nosotros, los jóvenes, todo se nos puede presentar efímero,
infructuoso. Nos sentimos agobiados. Llegamos a casa luego de la Universidad y
no queremos más que dormir. Sentimos que el tiempo se nos escapa entre las
manos y con éste, todo lo que nuestra juventud tiene por conocer y ofrecer.
Para esta enfermedad que podríamos llamar “el mal del tiempo” conseguí
un buen remedio: un libro, que además de ser muy útil –debo decirlo- es
bastante corto. Escrito por Rafael Tomás Caldera, como su nombre lo indica “El
Uso del Tiempo” trata este tema siempre vigente que a muchos nos preocupa. Allí
encontré una serie de consejos que nos ayudarán para la vida entera; pero,
sobre todo, para este momento que atravesamos, el más provechoso, exigente y
–por qué no- el más entretenido.
Ante tanto movimiento, ante tanta tontería, ante el tormento de una
sociedad fugaz que facilita que los años se nos escurran entre los pasos,
debemos detenernos un instante, pensarnos bien las cosas, vivir
lentamente. No de esa manera en que los tontos andan perdidos por la vida,
sino de aquella otra en que la paciencia, la constancia, las cosas bien
hechas forman a los grandes hombres.
Para que el tiempo nos favorezca hay que Dedicarle tiempo al uso
del tiempo, hacer un plan en el que podamos organizar las cosas que haremos
durante el día, jerarquizándolas según su importancia. Para ello –para saber
qué debe ir primero- debemos tomar en cuenta una verdad: que vamos a morir, que
en esta vida estamos de paso. Por eso es que preguntarnos por qué y
para qué estamos aquí en la tierra no es capricho de filósofos. Así
las cosas que hagamos tendrán mayor peso y nuestra forma de vivirlas será más
intensa, ya que el bien que resulte –con nuestro tiempo- adquirirá un
sentido más profundo y pleno.
Dándole un valor objetivo a las cosas, haciendo lo que
tenemos que hacer con cariño, podremos vivir nuestro tiempo.
Debemos hacer uso de éste creciendo para adentro, no sólo dejando
un resultado externo sino también interno, en nosotros.
Uno de los grandes peligros que corremos en la vida universitaria es la
desmesura: proponernos cientos de propósitos que jamás cumplimos. Para evitar
esto debemos ir a lo importante, a lo que debamos hacer. Una cosa primero, otra
después -nos dice Caldera- y a hacerlas bien.
Aquí viene otro consejo importante, que en la costumbre de los jóvenes
por postergar nos viene de maravilla, me refiero a ese Fijar
plazos… asignarle a nuestras metas una fecha tope en la que deban culminar:
bien hechas –claro está- y bien vividas. A veces resulta difícil
fijarlos, todos lo sabemos, pero para eso Caldera da en el clavo citando a
Toynbee: “…lo que hay que hacer para hoy se hace ahora, ahora o nunca”.
Mientras nos ocupemos cuando debamos ¡ahora o nunca!, nos sentemos durante el
rato en que tengamos que estudiar o hacer un trabajo, con apertura, sin
urgencia, concentrados, ¡hasta llegar a tomarle gusto!… no perderemos el tiempo
que deseamos dedicarle a lo que más queremos. Pasando luego a esta entrega de
descanso y provecho. Invirtiendo tiempo en lo que más nos gusta y en la gente
que más queremos, ahora con alegría y serenidad.
Con la constancia se nos propone otro consejo: apresúrate
lentamente… “Despacito y buena letra/ el hacer las cosas bien/ importa más
que el hacerlas” (Antonio Machado)… Hacer de esa tarea, de ese trabajo en el
que estamos ocupados, algo nuestro; en el que pongamos el mayor empeño no sólo
de que quede bien sino de que ese deber nos ayude a ser mejores. Y ese
crecimiento, nos dice Caldera, nos hará hombres virtuosos que, para colmo,
gozarán de más tiempo “Nuestro tiempo es capaz de abarcar más cosas a medida
que lo vamos llenando”… pues, como lo demuestra la paradoja: “sólo tienen
tiempo los que están ocupados”
Por aquí llegamos a las partes más importantes del librito… “El secreto
está en la diligencia, en el querer. Vivir a fondo, con generosidad”… El
querer, estar dispuestos a ser mejores, a vivir a fondo y no conformarnos con
la superficie. La entrega, ese dar nuestro tiempo a los demás; ese empeño por
ser mejores y jalar a otros con nuestro ejemplo a seguir el mismo camino, será
posible si somos pacientes y constantes… “Demos tiempo al tiempo/para que el
vaso rebose/hay que llenarlo primero” (Antonio Machado)
Caldera nos recuerda que vamos a morir: “conscientes de la brevedad de
la vida sabremos ir a lo esencial”… no desperdiciaremos nuestro tiempo en lo
innecesario, sabremos ir a lo que vale la pena… Y, por último, nos dice algo
que jamás debemos olvidar: “Y este es el último secreto, la clave de todo:
Amar”
…Invito pues a todos los jóvenes inquietos por el pasar del tiempo que
se detengan un momento, que acudan a este librito que en pocas páginas nos hace
ver las cosas de manera distinta. Nos ayuda a crecer, a querer lo que hacemos y
a orientar nuestros quehaceres universitarios, nuestra sed de saber, hacia el bien
de los demás y hacia ese fin último que es Dios –nuestra felicidad- ¡Mucho que
pedir en tanta brevedad!... Definitivamente ¡vale nuestro tiempo!
Gabriel Capriles
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