“6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que
decir” (Italo Calvino, ¿Por qué leer los clásicos?)
Quizás la manera más adecuada para definir qué es un clásico sea dejando
a la expectativa la mayoría de las cosas que el concepto abarca. A medida que
uno lee estos libros va descubriendo la riqueza de cada una de sus páginas, no
sólo por su valor literario, sino también por su valor humano, inmerso en un
diálogo siempre abierto, que pide ser leído varias veces y que nunca termina de
decir lo que tiene que decir.
“… ¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes? Porque tienen
calidad. Y, ¿qué significa la palabra calidad? Para mí significa textura. Este
libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el
microscopio. A través del lente, encontraría vida, huellas del pasado en
infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente
registrados puede obtener cada hoja de papel, cuanto más literario sea. En todo
caso, ésa es mi definición. Detalle revelador. Detalle reciente. Los buenos
escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la
mano por encima de ella. Los malos la violan y la dejan por inútil”. (Ray
Bradbury, Farenheit 451)
¿Qué hace de las novelas de Jane Austen libros duraderos y de libros
como las 50 sombras de Grey o Crepúsculo libros inevitablemente pasajeros?...
La primera toca los grandes ideales del ser humano que hablan el lenguaje de lo
permanente, es decir, toca la vida a menudo trascendiendo a la vida misma. La
segunda no le interesa trascender, pasa apresuradamente por encima de la
humanidad sino la viola y la deja por inútil, es decir: no tiene nada –o muy
poco- que expresar, no tiene razón de ser… es por ello que dura poco, que no
pasa a ser más que una moda.
Recuerdo que luego de haber leído libros como Guerra y Paz y Crimen y
Castigo llegué a la inevitable conclusión de que merecía una relectura, ya que
ciertamente no los había disfrutado en su totalidad.
Así que me dije a mí mismo que debía volver a leer para comprender,
porque libros como estos no sólo contienen una gran historia, sino que también
presentan las verdades más patentes de la humanidad, que por ser verdades resultan
permanentes, siempre vigentes. Son libros que, leídos las veces que uno quiera,
no dejan de traer cosas nuevas… Libros que en sus páginas contienen inscrita a
la humanidad entera, en una época y cultura específica.
Esas verdades de los buenos libros se imponen ante toda crítica, al
saber que inevitablemente lo verdadero resulta duradero e irremplazable. Lo
contrario sucede con los libros de moda, que desechan las verdades de la
humanidad, o las tratan superficialmente, para sólo entretener por un rato.
De los clásicos podríamos decir que son libros únicos, que se mantienen
en el tiempo porque van de la mano con la humanidad. De los mediocres podemos
decir que son libros pasajeros, de moda, comunes, que carecen de importancia,
ya que son uno más de un montón que no tienen nada que decir -o que siempre
repiten lo poco que dicen-. Un escritor decía que la vida era demasiada corta
para leer cualquier cosa, y que lo mejor –como Calvino también afirma- sería
vivir rodeado de buenos libros que sepamos que de algo nos servirán (en los que
entran los clásicos, claro está, y los nuevos descubrimientos del momento que
valen la pena).
Finalmente la pregunta “¿por qué leer los clásicos?” Viene nuevamente a
colación, y Calvino responde: “La única razón que se puede aducir es que leer
los clásicos es mejor que no leer los clásicos”… Es muy cierto, cada uno
dispone de su tiempo como le parezca, pero me parece que el arte es la
interpretación de lo que nuestros ojos no ven, del misterio de la humanidad, y
que el hombre está llamado a leer los clásicos para conocerse a sí mismo a
través de la literatura, de la palabra hecha arte.
Gabriel Capriles
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