“El hombre puede ser destruido, pero jamás
derrotado”
El Viejo y el Mar. Ernest Hemingway.
El de Santiago, personaje del Viejo y el Mar de Ernest Hemingway, es un
estilo de vida humilde. Vive bajo un techo que lo cubre de la lluvia y se
encuentra rodeado de los elementos imprescindibles para vivir. En un rincón
apartado de su casa apila unos cuantos periódicos, con los que suele llenar su
cabeza. Cerca de ahí una cocinilla de carbón da la espalda a una mesa y a una
silla donde el viejo se sienta a llenar su estómago. Frente a una sobria
cama, colgado de la pared, hay dos cuadros: uno de la Virgen del Cobre y otro
del Sagrado Corazón, a los que reza, muy de vez en cuando, para obtener una
buena pesca; y al lado de estos una fotografía de su difunta esposa –claro que
no muerta en la foto- que mira de vez en cuando para añorar lo que en el pueblo
llaman amor.
Este pescador vive de lo imprescindible; apartado de lo innecesario que
pudiera alejarlo de lo importante: de su joven amigo Manolín y del gran ideal
de pescar un pez gigante.
En nuestra sociedad “moderna” del siglo XXI el hombre vive lo contrario:
rodeado de lo prescindible se aparta de lo imprescindible para vivir en la
estupidez. Por esto, podríamos decir, “las costumbres de vida de este tipo de
hombres no tienen cabida en la época de lo poco importante”.
Nosotros, hombres modernos, nos hemos apartado de los grandes ideales.
Nos hemos quedado en querer disponer de todo cuanto vemos, sin saber por
qué y para qué…. En una sociedad de metas cortas, en una
vida donde todo nos viene por inercia y el sudoku ya está
resuelto, muy difícilmente podremos acoger a un hombre como Santiago, que
dispone de su tiempo, de su vida, para alcanzar metas altas.
Decía mi abuelo… “de lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso” y,
efectivamente, un beneficio producto del progreso, que parece sublime, termina
siendo nuestra perdición. Hombres como el pescador, que disponen de su vida
para alcanzar metas altas –algunos hacedores de lo que a nosotros le damos mal
uso- son los que hacen falta para seguir acrecentando y mejorando el legado que
dejaron nuestros grandes antepasados. Hacen falta hombres como Santiago que
vivan de lo importante para proponerse alcanzar lo que vale la pena.
Por ahora, en nuestras costumbres, parece imposible este estilo de vida;
pero de este estilo de vida -¡fuera lo innecesario!- dependerá la salvación de
una sociedad que, sumergida en mil cosas (medios de comunicación, tecnología…),
ahora se encuentra hermética, con la mente tapada para
ir a pescar grandes peces. Sólo unos pocos hombres, dispuestos a cambiarse a sí
mismos para cambiar las cosas, podrán sacarnos de la estupidez para juntos
voltear la mirada a lo importante.
Gabriel Capriles
No hay comentarios:
Publicar un comentario