En este país todo parece ir en detrimento. Se puede apreciar en el aire
un fuerte olor a pesimismo, algo que sin lugar a dudas pueden percibir incluso
aquellas personas que se consideran optimistas, cuando hasta éstas últimas se
dan cuenta de que hay algo que no está nada bien.
A estos optimistas yo sólo les puedo decir que sigan haciendo su
trabajo, todo es para bien, esas sonrisas y ese entusiasmo son la solución. La
caridad siempre lo será, aún cuando nos parezca imposible ser lo suficientemente
caritativos, y aunque creamos que en la tierra nada es más grande que el odio
-cosa que, gracias a Dios, no es así-.
El odio es la ausencia del amor, así que sólo por eso el primero no
puede ser más grande que el segundo, y esto supone que el odio es finito,
partiendo de esa premisa, solo un poco de caridad puede hacer el cambio, hasta
una sonrisa puede alegrarle el día a alguien, no podemos esperar a que otros
procuren la felicidad de los demás. Debemos ser todos nosotros los que podamos
darnos a todos (nótese que digo darnos y no dar, porque el simple hecho de dar,
aunque implica desprendimiento y caridad, no alcanza la forma más plena de
ésta, que implica un sacrificio, un desprendimiento total del yo), esta acción
de volcar cada uno su buena voluntad y esfuerzo en los demás va a dar sin lugar
a dudas el resultado en la sociedad que todos esperamos.
En palabras del apóstol San Pablo “El amor es paciente, es servicial; el
amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no
busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no
se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Corintios 13:4-7. La
verdad es que son más que palabras hermosas hechas para leerse en los
matrimonios, estas palabras indican una forma real en la cual la discordia y
los problemas son olvidados inmediatamente, porque el perdón surge en el
acto.
Este amor en el país es lo queremos como realidad. He visto que el
problema no está en la ideología política, sino en la falta de fraternidad que
puede haber entre los distintos partidos, y eso no es lo que el venezolano
realmente quiere.
Ya basta de consignas denigrantes y despectivas, ya basta del rencor,
dejemos ya de lado la ideología política y las diferencias y busquemos lo que
nos une. Nuestra victoria como nación va a estar en unir nuestros puntos más
fuertes, no en atacarnos por los débiles.
Así que, ¡vamos! Pongámonos de pie y como me dijo un amigo,
“construyamos la civilización del amor”.
José María Peña.
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