La época nazi trajo consigo numerosas historias, numerosos relatos
quizás ficticios, quizás reales; pero muy pocas veces se ha detenido a
transmitir algo más, a lo que por niños debemos entender ya que por falta de
infancia e inocencia no hemos podido reflexionar.
Como calidad de seres imperfectos no hemos descubierto nuestra verdadera
calidad de seres humanos, la realidad del bien capaz de ser transmitida por un
alma infantil, por un alma vacía de remordimientos y de rencores, por un alma
llena de alegría y de paz.
Veamos los dos lados de la realidad, desentrañemos la miseria a la que
hemos llegado nosotros, seres humanos, tras la breve reseña de este relato.
Por una parte tenemos a Bruno, por otra, a Schmuel; dos personajes que
nos llevaran a conocer la inocencia de la juventud, la verdadera igualdad entre
dos seres humanos, la solidaridad, la amistad y la fidelidad mediante una
historia trágica idealizada en uno de lo momentos más vergonzosos de nuestra
historia.
Bruno proviene de una familia adinerada, mientras Schmuel vive la triste
realidad de los campos de concentración nazis. El padre de Bruno resulta ser
adepto de Hitler, en cambio, el padre de Schmuel, resulta ser no más que un
polaco, judío, y perdido en el campo de concentración; otro más del montón,
como Schmuel, del montón de seres desdichados tratados como animales, como
simples objetos.
Diferencias religiosas, diferencias familiares, diferencias de
formación, nada en común, tan sólo el simple hecho de mudarse de sus antiguos
hogares.
Sin duda alguna resultan ser distintos. Irreconocibles entre sí de no
ser humanos. Es justo aquello lo que transmite el escritor, el cómo dejar a un
lado las diferencias sin rencor alguno para conocer a otro yo, a una persona
con nuestra misma naturaleza pero con distintas características, a convertirnos
en un “Schmuel” de un “Bruno”, “nuestro peor enemigo”. De entablar una relación
de convivencia digna de ser llamada humana.
La maravillosa historia de amistad terminará en tragedia, dando así a
resaltar el fruto y el daño de la ideología nazi. Un final conocido casi
por todos que nos dejará más que impresionados.
El libro resulta ser atractivo por su sencillo lenguaje, una narración
muy agradable apta para ser leída sin mayor dificultad. Un narrador omnisciente
a veces nos confundirá creyendo que el narrador es Bruno, el protagonista. Al
igual que la forma en particular que John Boyne emplea para escribir esta
novela, mediante la participación personalizada de cada miembro familiar y con
un gran juego del tiempo que nos llevará al mejor entendimiento de lo que
leemos.
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