La relación entre Elizabeth Bennet y Mr. Darcy buscan ser antagónicos a sus mismos propósitos. El mundo exterior a su complicada relación les creará obstáculos para llevarla a cabo, pero los prejuicios de Elizabeth y el orgullo de Darsy formarán un muro mucho más grande que el creado por sus hermanas Lydia y Jane con sus respectivas parejas: El Sr. Wickham y el Sr. Bingley.
Pero no todo se limita a estos personajes. La pobre Mary será una dama
poco agraciado y casi fantasmal en la novela, así también como interesante, con
su encerrado mundo intelectual. La ridícula Katya será un vano reflejo de su
hermana Lydia (aunque con la fuga de ésta muestre cierta madurez). El señor
Collins, primo de la familia, será motivo de burla por el poco sentido de
coherencia que guarda su personalidad. La amiga de Elizabeth, Charlotte, nos
muestra la perspectiva de una relación por deber, mas no por amor, con el señor
Collins.
Los señores Bennet, una interesante y poco común pareja, serán los
padres de hijas en busca de esposo. Ella es una mujer inquieta, con el simple
propósito de hacer lucir a sus hijas y buscarle marido (quizás ésta la causa de
la personalidad de sus dos hijas menores). Él, un hombre sencillo, culto,
prudente y tranquilo, se desprende de las banalidades de la vida; prefiere
encerrarse en su biblioteca con miles de libro que leer. Quizás esta peculiar
personalidad contenga muchos rasgos de Elizabeth y Jane, pero su poca elegancia
lo hará más similar a su hija Mary.
Personajes nobles tales como la hermana del Sr. Bingley y la adinerada
Catherine de Bourgh vendrán a ser quizás una burla a la frivolidad y
superficialidad de la alta sociedad. Su hija enfermiza, prima de Darsy,
cumplirá, al parecer, el mismo papel de la pobre Mary: transmitir lástima.
La sociedad victoriana será retratada a la perfección; dándonos un
panorama social de la clase aristócrata notablemente superficial; y de la clase
burguesa, en cierto modo acomodada, con el principal propósito de buscar
fortuna. Pero los sentimientos y la psicología de cada uno de los personajes,
más que todo de Elizabeth y Darcy, creados por Austen, se antepondrán al
contexto y a cualquier otro aspecto de la historia.
Todo un atractivo panorama para una historia necesariamente romántica
donde el sentimiento se expone en la psicología de sus personajes de manera
grandiosa y, a veces, un poco jocosa. Si muchos dicen que una mujer puede
disfrutar este libro, puedo afirmar, ahora que lo he leído, que un hombre puede
disfrutarlo también y quién sabe si aún más. Sólo nos queda a nosotros, hombres
lectores, desvanecer nuestros prejuicios sobre Jane Austen para poder
adentrarnos en el mundo de una indiscutible obra maestra de la
literatura.
Gabriel Capriles
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