Parece sencillo, ¿no?
Pero no lo es
Si pasa todo, entonces significa que paso algo, que hubo cambio. Un
cambio que nos permitirá ver con otros ojos nuestro alrededor. Claro está que
caben dos posibilidades: que el cambio sea bueno, entonces me levantaría en las
mañanas y me asomaría por la ventana, sonreiría, prepararía café con leche. Me
hago una arepa, salgo a caminar por las calles. Pasó todo, y todo fue
bueno.
Pero si pasa todo, y todo es malo, no sabría que es la siguiente cosa
que podría pasar. Entonces me despertaría, arreglaría un desayuno con lo que
conseguí en el mercado y me apresuraría a montarme en mi carro para evitar el
tráfico de las mañanas. Cierro los seguros y me persigno antes de aventurarme
por las avenidas. Pasó todo, pero todo fue malo.
Aun así, existe la posibilidad de que no pase nada. Sigo sin estar
segura qué es peor.
Si no pasa nada, entonces me levantaré en las mañanas, ni siquiera me
molestaré en sonreír ni arreglarme. No tengo hambre, entonces me monto en mi
carro, se me olvida cerrar los seguros. Mi mente vaga en un lugar distante,
donde me levanto, preparo mi café con leche y me como mi arepa. Qué diferentes
serían las cosas. Qué hubiese pasado si hubiésemos continuado peleando por esas
mañanas donde puedo salir a caminar sin miedo.
Entonces se pierden las esperanzas, todo lo que alguna vez imaginaste,
desapareció, tan rápido como lo veías llegar. Ya no hay nada que puedas hacer
porque sabes que ese sentimiento de emoción no volverá jamás, se destruyó
cuando se perdieron las fuerzas. Y lo peor es que, junto a ti, existen muchas
personas que intentan recoger los pedazos de sueños que se despedazaron en
fragmentos tan pequeños que saben que es inútil intentar unir las piezas de
nuevo.
Sacudes tus ideas y miras hacia delante, la bandera hondea orgullosa
delante de ti.
Pierdes los miedos, porque sabes que ahora está en tus manos que pase
todo y que todo sea bueno.
Laura Capovilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario