Hoy, después de catorce años, despierta. Asustada asoma su cabeza por la ventana: ¿Qué estará ocurriendo en las calles? ¿Violencia? ¿Tiros? ¿Qué estarán lanzando? ¿Qué estarán quemando?... Toma aire antes de sacar su cabeza por la ventana, para darse cuenta de algo que no esperaba. No había nada, ni violencia, ni tiros, ni muertos, nada. Pudo ver a lo lejos, cómo miles de seguidores fieles acompañaban la urna de ese líder que murió el día de ayer.
Se sentó, intentó comprender la situación.
El cambio, seguramente será radical: después de estar acostumbrada a una sola
persona, anuncian sin más ni menos que esa persona ya no estaba. Algunos
lloraron, otros, aún no lo pueden creer.
Pero Ella, Ella está temblando. Sentada se
da cuenta que hoy, posiblemente pase con tranquilidad, pero ¿mañana? ¿Y el día
siguiente? Tal vez en este momento estén planeando como destruirse unos a
otros, y ella llora, porque no se dan cuenta que mientras más daño entre
hermanos, más sufre la madre.
Aún con lágrimas en los ojos, temblando,
se pone en pie. No sabe qué esperar, tal vez deba volver a asomarse para ver
que todo sigue en calma. Tal vez deba sentarse frente al televisor y esperar
que alguna noticia le traiga paz. Mejor busca esos viejos vídeos en donde se
ven todos felices y conviviendo en paz, convenciéndose que es lo que está
ocurriendo ahora, y no hay nada que temer.
Da vueltas en círculos, no puede permitir
más muertes, más disturbios, más peleas, pero, ¿Qué va a hacer?, ella no tiene
poder sobre nadie, lo único que está al alcance de sus manos es esperar lo
mejor y sufrir las consecuencias de como decidan reaccionar los demás.
Se acerca al televisor, lo prende con el
dedo tembloroso. La imagen poco a poco va cobrando sentido, lo mismo que había
visto a lo lejos en su ventana, ahora lo ve en la televisión. Tanta gente
siguiendo a la urna del expresidente de Venezuela. En ese momento la reportera
que acompaña al camarógrafo detiene a una mujer, quien repite varias veces la
palabra “paz”, los ojos de una madre orgullosa se llenan de lágrimas.
La cámara sigue corriendo al lado de filas
de personas, la misma reportera detiene a otra mujer, quien no menciona paz y
tolerancia ni una vez en su discurso, pero si una serie de palabras que hace
mucho se viene repitiendo de boca en boca y muchos ya no saben lo que
significa “corrupción, revolución, socialismo”.
Con pañuelo en mano, apaga el televisor.
Trata de apagar los nervios, unos hablan de paz, otros siguen pensando en
batallas, sin darse cuenta que esta madre no podrá aguantar una más. El odio,
el rencor, los insultos, todo le va pesando cada vez más en su vieja y cansada
espalda.
“Muchos creen que todo está bien, algunos
simplemente ignoran la situación, otros piensan que la única manera de lograr
lo que quieren es hiriéndose los unos a los otros, y al mismo tiempo a mí, pero
no saben lo equivocados que están”. La mujer desea gritar estas palabras
y hacer que todos y cada uno de sus hijos la escuchen, pero sabe que nadie la
escuchará. Sabe que a pesar de sus quejas y lágrimas, nadie se detendrá hasta
alcanzar lo que tanto buscan, que algunos no están seguros de lo que es.
Cansada, se deja caer en el sofá, tal vez
deba asomarse de nuevo por la ventana, o prender el televisor, tal vez deba
levantar la voz, que muchos no escucharan. Sin saber qué hacer, cierra los ojos
y se hunde en el más profundo sueño, en donde todos conviven en paz y armonía.
No hay promesas rotas, ni gente dolida. Venezuela despierta y sonríe, tal vez,
ahora sus hijos escriban el nuevo capítulo en donde finalmente alcancen el
sueño de la cansada madre.
Laura Capovilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario