De nuevo Uslar Pietri logra, con un lenguaje envidiable y con un buen drama, dar en el clavo. No supera su obra maestra “Las Lanzas Coloradas” pero alcanza su objetivo.
Esta novela sobre Juan Vicente Gómez, dada
a conocer al caudillo de la época, logra identificar con perfecta exactitud la
personalidad, la psicología del caudillo más significativo dentro de nuestra
historia.
Todo comienza con la triste vida de un
sacerdote descaminado, dado al placer y al poder adquirido por esta dictadura
(el padre Solana) bebedor excesivo y poeta de versos amorosos que muestran su
falta de voluntad y su cobardía. Es un hombre avergonzado de si mismo que lucha
por motivos vanos que van en contra de sus principios. Es, sin duda alguna, el
personaje más trágico de esta historia.
Luego de establecer un comienzo atractivo
que hace referencia al final de la novela con el personaje ya nombrado, Uslar
nos narra la juventud del General Aparicio Peláez (General Gómez), relata una
juventud dura, dada al trabajo del campo, con un mal ambiente, con una mala
educación que estará presente en toda su vida. Nos narra su adolescencia, un
hombre trabajador, un hombre que lucha por salir de la miseria en la que se
encontraba, para luego conseguir ser un importante comerciante.
El lazo de amistad que establecerá con el
General Prato (Castro) en su primer encuentro y que los transformará en
hermanos, llevará a ser de este comerciante el dictador con más duración en el
poder de nuestra historia.
Muestra la personalidad cautelosa y
prudente de Gómez, prudencia que en ocasiones pudo costarle el poder y la vida;
a diferencia de Castro, desenfrenado e imprudente, más espontáneo, se dejaba
llevar por sus instintos, actuaba apenas se le mostraba la oportunidad, no
planeaba sus proyectos, todo era improvisación; era muy distinto a Gómez.
La lealtad y la confianza son los valores
necesarios para mantener el poder por medio de amistades. La desconfianza, muy
común en estos caudillos soberbios y ambiciosos, eran el motivo principal del
rompimiento del período gubernamental alargado por intereses personales.
La disciplina y la acción tosca no se
excluye de la personalidad de ningún caudillo, la violencia y la censura como
medio “necesario” para mantenerse en el poder; la privación de libertades para
alargar su período constitucional. He aquí el peligro de un presidente militar,
no busca igualdad ni democracia, sólo poder y mando.
La vida cautelosa del general Peláez
(Gómez) se muestra claramente, al igual que su incremento de cargos dentro de
la jerarquía política. Todo era cuestión de amistad con el General Prato
(Cipriano Castro) pues en estos gobiernos no se busca más que a gente de
confianza, en su mayoría incompetentes pero fieles a la ejecución de sus
requerimientos.
La mentira no viene a extinguirse en la
vida de los grandes caudillos, viene atada, en el caso de Gómez, a una gran
prudencia y, al mismo tiempo, a una gran ignorancia, que sabe maniobrar
perfectamente para llevarse consigo un gran número de adeptos.
El grupo de los intelectuales que rodeaba
en las tertulias al General Gómez dan vergüenza por su ingenuidad, creen en la
ignorancia del caudillo pero nunca se dan cuenta de su astucia. Eran un grupo
de transmisores de cultura, cultos que intentando derrocar al mandatario se
veían cada vez más débiles por sus constantes fracasos.
Otros personajes destacados como Elodia
Chano, muestra de inconformismo y desobediencia, lanzada al lujo ofrecido por
el General Peláez, termina arrepintiéndose de sus faltas al ver que ya el único
emisor de sus deseos había muerto con Gómez.
Los conflictos de la época con el
matrimonio se muestran de una manera muy clara, Gómez lo desprestigia desde un
principio, ya sea por miedo a este compromiso o a seguir viviendo una vida
inmoral resguardada o enmascarada de un silencio astuto que lo acompaña desde
el comienzo de su ascenso al poder hasta su muerte en 1935.
Gabriel Capriles
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