El sistema político venezolano atraviesa diametralmente nuestra
historia. No han habido varios sistemas, a pesar de haber sido colonia
española, habernos proclamado República, perderla, ser Gran Colombia, decirnos
liberales, organizarnos de forma federal, vivir el centralismo, definirnos como
Estado Social de Derecho y de Justicia y gritar patria socialista o muerte.
Al alejar la lupa un poco, tanta incoherencia puede llegar a ser
comprendida. Existen varios hilos conductores en todo tiempo y lugar venezolano;
hilos que en vista de tan extremas necesidades y males, poco son tomados en
cuenta, dejándonos llevar por sus caudales, votando por un peor remedio que la
misma enfermedad, y que son los elementos que caracterizan el entramado de
normas y valores sobre los que se hace política en el país.
¿Quién niega el personalismo como requisito para ejercer liderazgo
político en Venezuela? ¿O acaso la política venezolana no se mueve
principalmente de forma electoral, en la que un nombre (un hombre) es exaltado
como representación de todas las soluciones que exige el pueblo? Aunado
encontramos que antes y después de la aparición de las elecciones, esos hombres
han debido demostrar su capacidad para guerrear y controlar una montonera, de
una forma u otra, para acceder a la silla. El caudillo nos gobierna, y
Venezuela siempre será una pequeña finca que se encuentra y domina.
¿Quién niega al Estado como proveedor de cuanto bien y servicio sea
necesario, o cuanta cosa sea considerada en nuestro imaginario como factor de
progreso? Pero en razón de lo anterior, hoy el Estado venezolano es incapaz de
respirar por la deuda, con un corazón productivo escuálido y con un sangrado
constante por la corrupción de quienes tienen que manejar tantos recursos con
sus propias manos.
Por otro lado y en relación, evidentemente, el militarismo está tan
arraigado que hoy tenemos un civil que le interesa aparecer frente a cámaras
rodeado de uniformes verdes y que maneja un lenguaje belicoso y una postura
retadora (sin llegar a ser firme y disciplinada), junto con muchísimos
militares en puestos ejecutivos y administrativos.
Más se pueden nombrar, y cada uno desglosados con mayor profundidad,
pero consideramos que lo importante a resaltar es lo poco criticados que son
estos elementos, e incluso, defendidos en las voces de los más radicales
opositores, consciente o inconscientemente. De igual forma el planteamiento de
un cambio de sistema político, como respuesta a la crisis coyuntural que
atraviesa el país alcanza más bocas donde anidar, sin florecer en argumentos.
Al parecer quiere referirse a la sustitución del Régimen Chavista con
todos sus voceros y maneras, pero, ¿qué podría quedar de eso? ¿Es realmente
factible? ¿Por qué lo van a sustituir?, no se hable del cómo, aunque estamos
claros que es necesario.
Tal vez la situación tan terrible del país haga agua a la boca para
pensar en un cambio rápido de las cúpulas, pero los males de la política
venezolana no son culpa de los vende-patria que hoy están “gobernando”; no por
nada siempre se ha explicado el chavismo como resultado de la mal llamada
Cuarta República. Nos podemos ir mucho más atrás, encontrando similitudes y
explicaciones reales, como las citadas. Luego, deberíamos de poder encontrar
soluciones reales. El trabajo, por lo tanto, debe ser más profundo.
Conocer la historia, interpretarla y aprehenderla correctamente es
necesario para poder desmenuzar la situación y realizar las acciones
pertinentes; hallar esos hilos que la atraviesan, conocerlos lo suficiente para
lograr romperlos definitivamente y reivindicar nuestra esencia nacional,
significará entonces un verdadero cambio del sistema. A su vez, se requiere de
un entendimiento profundo y elevado de la política en sí misma y de la acción
política, pues la política es la agregación de valores a la sociedad, siendo
precisamente los valores y normas que nos agrupan lo que hay que atacar.
Alfredo Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario