Hace poco tiempo estuve en la Jornada Mundial de la Juventud, el
encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa, la cual se realizó en Madrid
entre los días 18 y 21 de Agosto, con la gratificante y agradable presencia de
millones de personas de diversas lenguas, nacionalidades y razas congregadas
alrededor del sucesor de Pedro.
Fue una experiencia única e inolvidable ver a esos miles de jóvenes
reunidos en torno a Su Santidad el Papa Benedicto XVI, quien contando ya con 84
años, nos mostró un cariño, una energía y una entrega de un hombre enamorado de
Dios, es decir, de una persona que a pesar de la edad física es siempre joven
espiritualmente.
Esta multitud de personas, especialmente jóvenes, que se encontraban
en Madrid, estaban allí buscando la verdad, la “estrella” que guiara sus vidas,
que los hiciera seres humanos más plenos. En palabras de Benedicto XVI en la
ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto de Barajas: “¿Por qué y para qué ha venido esta
multitud de jóvenes a Madrid? Aunque la respuesta deberían darla ellos mismos,
bien se puede pensar que desean escuchar la Palabra de Dios, como se les ha
propuesto en el lema para esta Jornada Mundial de la Juventud, de manera que,
arraigados y edificados en Cristo, manifiesten la firmeza de fe.”
Me llenó de esperanza ver a tantos jóvenes buscando un futuro mejor,
jóvenes inconformes con las soluciones erróneas que da el mundo actual a sus
preguntas más profundas, aquellas que guían su actuación durante toda la
vida. En palabras de Su Santidad
Benedicto XVI: “(…) Ven la
superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la
hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que
sin Dios sería arduo enfrentar esos retos y ser verdaderamente felices,
volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero
con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar (…)”.
La asistencia a este gran evento grabó en mi mente y en mi corazón dos
mensajes fundamentales. En primer lugar, que la iglesia es joven. ¡Y muy joven! De esto no hay duda,
y quien las tenga, que se entere del número de asistentes a la Jornada. Lo otro
que se me grabó es que hay que creer en un mundo mejor. Mientras haya gente con
mucha fe y dispuesta a trabajar para conseguirlo, hay esperanzas y el mal no
tiene cabida, como no la ha tenido ni la tendrá nunca. Y no es que el mal no
exista, nadie niega su realidad, simplemente que nunca tiene la última palabra
ni el triunfo sobre el bien.
Y pienso que es tarea de cada uno preguntarse: ¿Qué estoy haciendo yo
en particular para contribuir a cambiar el mundo? Ciertamente no es tarea
fácil, pero a lo poco que podemos hacer debemos sumarle la ayuda de Dios, que
no tiene medida. Por eso no hemos de tener miedo. El Papa nos invita a trabajar
con ánimo y esperanza en esta tarea: “Precisamente
ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda
de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos
proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de
todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida”
“Pero yo os vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi
corazón: que nada ni nadie os quite la paz; nos os avergoncéis del Señor. Él no
ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias
para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado”.
Son palabras del Papa que nos invitan a aumentar nuestra fe, a no tener miedo
de nada ni nadie, a iluminar con nuestro ejemplo los rincones oscuros del mundo
y de nuestra patria, en estos momentos tan difíciles. De nosotros los jóvenes
depende el futuro, tenemos ahora el testigo de sacar adelante un mundo mejor. “(…) El Señor os ha otorgado vivir
en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su
Nombre en toda la tierra”. Dios
cuenta con nosotros, ¡no lo decepcionemos!
Alberto L. Minguet
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