martes, 29 de septiembre de 2015

Una experiencia con mensajes inolvidables


Hace poco tiempo estuve en la Jornada Mundial de la Juventud, el encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa, la cual se realizó en Madrid entre los días 18 y 21 de Agosto, con la gratificante y agradable presencia de millones de personas de diversas lenguas, nacionalidades y razas congregadas alrededor del sucesor de Pedro.

Fue una experiencia única e inolvidable ver a esos miles de jóvenes reunidos en torno a Su Santidad el Papa Benedicto XVI, quien contando ya con 84 años, nos mostró un cariño, una energía y una entrega de un hombre enamorado de Dios, es decir, de una persona que a pesar de la edad física es siempre joven espiritualmente. 

Esta multitud de personas, especialmente jóvenes, que se encontraban en Madrid, estaban allí buscando la verdad, la “estrella” que guiara sus vidas, que los hiciera seres humanos más plenos. En palabras de Benedicto XVI en la ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto de Barajas: “¿Por qué y para qué ha venido esta multitud de jóvenes a Madrid? Aunque la respuesta deberían darla ellos mismos, bien se puede pensar que desean escuchar la Palabra de Dios, como se les ha propuesto en el lema para esta Jornada Mundial de la Juventud, de manera que, arraigados y edificados en Cristo, manifiesten la firmeza de fe.”

Me llenó de esperanza ver a tantos jóvenes buscando un futuro mejor, jóvenes inconformes con las soluciones erróneas que da el mundo actual a sus preguntas más profundas, aquellas que guían su actuación durante toda la vida.  En palabras de Su Santidad Benedicto XVI: “(…) Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo enfrentar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar (…)”.

La asistencia a este gran evento grabó en mi mente y en mi corazón dos mensajes fundamentales. En primer lugar, que la iglesia es joven. ¡Y muy joven! De esto no hay duda, y quien las tenga, que se entere del número de asistentes a la Jornada. Lo otro que se me grabó es que hay que creer en un mundo mejor. Mientras haya gente con mucha fe y dispuesta a trabajar para conseguirlo, hay esperanzas y el mal no tiene cabida, como no la ha tenido ni la tendrá nunca. Y no es que el mal no exista, nadie niega su realidad, simplemente que nunca tiene la última palabra ni el triunfo sobre el bien.

Y pienso que es tarea de cada uno preguntarse: ¿Qué estoy haciendo yo en particular para contribuir a cambiar el mundo? Ciertamente no es tarea fácil, pero a lo poco que podemos hacer debemos sumarle la ayuda de Dios, que no tiene medida. Por eso no hemos de tener miedo. El Papa nos invita a trabajar con ánimo y esperanza en esta tarea: “Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida”

“Pero yo os vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; nos os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado”. Son palabras del Papa que nos invitan a aumentar nuestra fe, a no tener miedo de nada ni nadie, a iluminar con nuestro ejemplo los rincones oscuros del mundo y de nuestra patria, en estos momentos tan difíciles. De nosotros los jóvenes depende el futuro, tenemos ahora el testigo de sacar adelante un mundo mejor. “(…) El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”. Dios cuenta con nosotros, ¡no lo decepcionemos!


Alberto L. Minguet

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