martes, 29 de septiembre de 2015

Nuestra fiel compañera de camino

Hace poco recibí la noticia del fallecimiento de un buen amigo. Son momentos duros, en los cuales, como se dice comúnmente, se “nos mueve el piso”. Y quizá esto nos pasa porque nos olvidamos de esa inefable y siempre presente realidad de que algún día – quizá el menos pensado – la muerte nos tocara la puerta y terminara nuestro peregrinar terreno.


En la actualidad muchas personas viven como si el tema de la muerte no fuera con ellos. Como si fuera algo alejado de la realidad. Debemos estar preparados – aunque sea difícil – para enfrentarnos con la muerte. Más que preparados, debemos estar conscientes de que – como le ha pasado a muchos a nuestro alrededor – algún día nos tocará rendir cuentas de nuestras acciones realizadas en nuestro hogar provisional: la Tierra. Citando el discurso pronunciado por Steve Jobs en Stanford: “si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. Si procuramos actuar de esta manera quizá nos sea mas fácil – sabiendo que es muy difícil – afrontar la muerte de algún ser querido o persona cercana. El vivir conscientes de que tenemos un fin, muchas veces nos ayudará a tomar las decisiones mas acertadas: “Recordar que moriré pronto constituye la herramienta mas importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo – todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza, al fracaso – todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder”. En palabras de San Bernardo de Claraval: “La muerte os espera en todas partes; pero, si sois prudentes, en todas partes la esperáis vosotros”.

Otro aspecto que debemos tener en cuenta – sin sentido trágico – es que la vida es corta, y el tiempo pasa muy rápido. Hay que aprovecharlo al máximo para hacer fructificar todos los talentos que Dios nos ha dado. Citando a San Josemaría Escrivá: “a los cristianos la fugacidad del caminar terreno debería incitarnos a aprovechar mejor el tiempo (…) verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para desagraviar”. La realidad de que el tiempo es breve nos debe llevar a trabajar más y mejor para dejar en el mundo un surco hondo y ancho, luminoso y profundo.

Por último, hay que evitar ver la muerte como un final trágico. Sabemos que mas allá tendremos un premio – o un castigo, si es el caso, y aunque muchos se empeñen en negarlo – según nuestras acciones en la tierra. Por eso ¡vale la pena! vivir la vida con alegría de que, si cumplimos lo que Dios quiera, nos espera una felicidad sin límites, junto con todos nuestros seres queridos que ya han partido. Y alguno me podrá decir que no tengo pruebas de que el Cielo o el infierno existan. Ciertamente, pruebas científicas no poseo. Además, para el que quiera creer tengo mil argumentos, para el que no quiera, no tengo ninguno. Lo sé por fe. Y lo importante es que tengo una inspiración ¡y grande! para luchar en esta vida. Deseo terminar con una frase de Mahatma Ghandi: “si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente seria una burla cruel”

Alberto L. Minguet 


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