martes, 29 de septiembre de 2015

Un extraño estilo de vida



“El hombre puede ser destruido, pero jamás derrotado”
El Viejo y el Mar. Ernest Hemingway.

El de Santiago, personaje del Viejo y el Mar de Ernest Hemingway, es un estilo de vida humilde. Vive bajo un techo que lo cubre de la lluvia y se encuentra rodeado de los elementos imprescindibles para vivir. En un rincón apartado de su casa apila unos cuantos periódicos, con los que suele llenar su cabeza. Cerca de ahí una cocinilla de carbón da la espalda a una mesa y a una silla donde  el viejo se sienta a llenar su estómago. Frente a una sobria cama, colgado de la pared, hay dos cuadros: uno de la Virgen del Cobre y otro del Sagrado Corazón, a los que reza, muy de vez en cuando, para obtener una buena pesca; y al lado de estos una fotografía de su difunta esposa –claro que no muerta en la foto- que mira de vez en cuando para añorar lo que en el pueblo llaman amor.

Este pescador vive de lo imprescindible; apartado de lo innecesario que pudiera alejarlo de lo importante: de su joven amigo Manolín y del gran ideal de pescar un pez gigante.

En nuestra sociedad “moderna” del siglo XXI el hombre vive lo contrario: rodeado de lo prescindible se aparta de lo imprescindible para vivir en la estupidez. Por esto, podríamos decir, “las costumbres de vida de este tipo de hombres no tienen cabida en la época de lo poco importante”.

Nosotros, hombres modernos, nos hemos apartado de los grandes ideales. Nos hemos quedado en querer disponer de todo cuanto vemos, sin saber por qué y para qué…. En una sociedad de metas cortas, en una vida donde todo nos viene por inercia y el sudoku ya está resuelto, muy difícilmente podremos acoger a un hombre como Santiago, que dispone de su tiempo, de su vida, para alcanzar metas altas.

Decía mi abuelo… “de lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso” y, efectivamente, un beneficio producto del progreso, que parece sublime, termina siendo nuestra perdición. Hombres como el pescador, que disponen de su vida para alcanzar metas altas –algunos hacedores de lo que a nosotros le damos mal uso- son los que hacen falta para seguir acrecentando y mejorando el legado que dejaron nuestros grandes antepasados. Hacen falta hombres como Santiago que vivan de lo importante para proponerse alcanzar lo que vale la pena.

Por ahora, en nuestras costumbres, parece imposible este estilo de vida; pero de este estilo de vida -¡fuera lo innecesario!- dependerá la salvación de una sociedad que, sumergida en mil cosas (medios de comunicación, tecnología…), ahora se encuentra hermética, con la mente tapada para ir a pescar grandes peces. Sólo unos pocos hombres, dispuestos a cambiarse a sí mismos para cambiar las cosas, podrán sacarnos de la estupidez para juntos voltear la mirada a lo importante.

Gabriel Capriles


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