martes, 29 de septiembre de 2015

¿Por qué leer los clásicos?


“6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir” (Italo Calvino, ¿Por qué leer los clásicos?)

Quizás la manera más adecuada para definir qué es un clásico sea dejando a la expectativa la mayoría de las cosas que el concepto abarca. A medida que uno lee estos libros va descubriendo la riqueza de cada una de sus páginas, no sólo por su valor literario, sino también por su valor humano, inmerso en un diálogo siempre abierto, que pide ser leído varias veces y que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

“… ¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes? Porque tienen calidad. Y, ¿qué significa la palabra calidad? Para mí significa textura. Este libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través del lente, encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener cada hoja de papel, cuanto más literario sea. En todo caso, ésa es mi definición. Detalle revelador. Detalle reciente. Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la mano por encima de ella. Los malos la violan y la dejan por inútil”. (Ray Bradbury, Farenheit 451)

¿Qué hace de las novelas de Jane Austen libros duraderos y de libros como las 50 sombras de Grey o Crepúsculo libros inevitablemente pasajeros?... La primera toca los grandes ideales del ser humano que hablan el lenguaje de lo permanente, es decir, toca la vida a menudo trascendiendo a la vida misma. La segunda no le interesa trascender, pasa apresuradamente por encima de la humanidad sino la viola y la deja por inútil, es decir: no tiene nada –o muy poco- que expresar, no tiene razón de ser… es por ello que dura poco, que no pasa a ser más que una moda. 

Recuerdo que luego de haber leído libros como Guerra y Paz y Crimen y Castigo llegué a la inevitable conclusión de que merecía una relectura, ya que ciertamente no los había disfrutado en su totalidad.

Así que me dije a mí mismo que debía volver a leer para comprender, porque libros como estos no sólo contienen una gran historia, sino que también presentan las verdades más patentes de la humanidad, que por ser verdades resultan permanentes, siempre vigentes. Son libros que, leídos las veces que uno quiera, no dejan de traer cosas nuevas… Libros que en sus páginas contienen inscrita a la humanidad entera, en una época y cultura específica. 

Esas verdades de los buenos libros se imponen ante toda crítica, al saber que inevitablemente lo verdadero resulta duradero e irremplazable. Lo contrario sucede con los libros de moda, que desechan las verdades de la humanidad, o las tratan superficialmente, para sólo entretener por un rato. 

De los clásicos podríamos decir que son libros únicos, que se mantienen en el tiempo porque van de la mano con la humanidad. De los mediocres podemos decir que son libros pasajeros, de moda, comunes, que carecen de importancia, ya que son uno más de un montón que no tienen nada que decir -o que siempre repiten lo poco que dicen-. Un escritor decía que la vida era demasiada corta para leer cualquier cosa, y que lo mejor –como Calvino también afirma- sería vivir rodeado de buenos libros que sepamos que de algo nos servirán (en los que entran los clásicos, claro está, y los nuevos descubrimientos del momento que valen la pena). 

Finalmente la pregunta “¿por qué leer los clásicos?” Viene nuevamente a colación, y Calvino responde: “La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos”… Es muy cierto, cada uno dispone de su tiempo como le parezca, pero me parece que el arte es la interpretación de lo que nuestros ojos no ven, del misterio de la humanidad, y que el hombre está llamado a leer los clásicos para conocerse a sí mismo a través de la literatura, de la palabra hecha arte. 

No leer los clásicos en el plano del entretenimiento significa negarse a admirar la belleza, como no buscar la verdad en la filosofía es negarse a encontrar nuestra razón de ser. 


Gabriel Capriles

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