Describir lo que fue la JMJ
y darla a conocer en unas palabras me parece completamente imposible. Lo que se
vivió en esos días son más que algunos recuerdos; son hechos, son sentimientos
que se quedarán grabados para toda una vida. Hechos que permiten
afianzar tu fe y tu esperanza, al saber que no estás solo, que a pesar de un
ambiente relativizado hacemos la diferencia y que somos la esperanza para
muchos otros jóvenes que necesitan de nuestra ayuda y de la fe católica.
Nunca antes había ido a
Madrid, nunca antes había pisado Europa; pero lo que viví en estos días, el
ambiente que se respiraba, TODO, era distinto a lo que me habían hablado mis
amigos. No sentí ese mal ambiente al que se refirieron al hablar de este país
porque todo lo que se sentía era el espíritu de los jóvenes de la JMJ. En cada
rincón de Madrid y de España alguien de este evento transmitía un buen
ambiente, con su ánimo y su alegría, a pesar de las pocas horas de sueño que
tuvimos por la intensidad del viaje y por dormir tirados en el piso.
Luego, al terminar la JMJ,
fui a Barcelona. De vez en cuando veía algunas personas con el morral JMJ y me
sentía como en Madrid, con el agradable ambiente de esos días. Sin
embargo, las cosas habían cambiado; el ambiente no era el mismo, se sentía un
ambiente más hostil. Extrañaba a Madrid como si hablara de mi hogar.
Con todo esto llegué a la
conclusión que el buen ambiente que damos nosotros, los jóvenes católicos que
respetamos a todos y damos a conocer la fe de Cristo con buenos modales, ánimo
y alegría, traen su fruto y ejemplo a las demás personas.
Nunca había sentido un
ambiente más acogedor, nunca había sentido tanta confianza con tantos
extranjeros que ni hablaban mi idioma. Nunca había pensado que tantos jóvenes
católicos pudieran cambiar la relativización moral de un país aunque fuera por
algunos días.
Las manifestaciones
anti-Papa (de las que me enteré días más tarde) ni se sintieron. Era un número
tan insignificante, y su motivo era tan incoherente, que al final lo
que destacaron los medios de comunicación fueron los grandes beneficios que
trajo la JMJ a España y a Europa.
Porque la JMJ no sólo
aumentó los ingresos de España significativamente sino que dejó un gran ejemplo
de valores a la sociedad actual que resonó en el mundo entero. Todos los
españoles estaban impactados. Dos de ellos con los que hable, uno de mi edad y
una señora anciana, me dijeron que nunca habían sentido tan buen ambiente en
Madrid, que este evento le haría mucho bien a España.
¡Nunca antes había estado
tan orgulloso de mi fe, nunca antes me había sentido tan identificado con
tantos jóvenes, con tantos que conocí y con tantos que compartieron junto a mí
el ambiente maravilloso de la JMJ! ¡Fue una experiencia realmente inolvidable!
Gabriel Capriles
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