El animal ha nacido con un fin
predestinado. Las vacas, por ejemplo, han nacido para producir leche, las
gallinas para poner huevos y los cerdos para revolcarse en el lodo o para ser
comidos. A diferencia de estos seres vivos, el humano nace con la capacidad de
perfeccionarse; de desarrollarse como persona en las distintas etapas de su
vida.
Estas etapas, entiéndanse por niñez,
juventud, adultez y vejez, van transcurriendo por ciertas crisis que de ser
superadas por nuestra capacidad de seres razonables permitirán nuestro
desarrollo personal, nuestro perfeccionamiento como ser humano.
Tal es el caso del niño que esperando
sus dientes en la etapa de la niñez pasa por una serie de pesares que de ser
superados, con la ayuda de su madre, será capaz de perfeccionar en esta etapa
de su vida, de completar una fase de ésta que si no se cumple con eficacia
puede traer como consecuencia ciertos traumas.
Así sucede también en la adolescencia
con la determinación de una personalidad propia, y así, en la adultez, con el
debilitamiento de nuestro cuerpo, y así, en la vejez, con la cercanía de la
muerte. Todos nuestros días penden de una constante crisis que, de no ser
superadas, nuestro ser no alcanzaría su completo desarrollo y por ende, su
perfección dentro de los parámetros humanos.
“La vida del hombre está marcada por
una constante crisis” así afirmaba un amigo al
explicarme esta hipótesis con los detalles ya nombrados pero con una mayor
claridad. También me explicaba que los traumas ocasionados por no haber
superado las crisis de nuestro desarrollo podían terminar en enfermedades mentales,
desviaciones o en el denominado síndrome de Peter Pan.
Así empezaba la parte más llamativa de
su charla. De cómo el joven contemporáneo está sometido a una
constante “infantilización” que evita su desarrollo y
perfeccionamiento como persona, que estanca, al joven de hoy, en una niñez
infinita, que lo lleva a vivir en el País de Nunca Jamás.
Algunos ejemplos de esta “infantilización” son,
además del síndrome ya nombrado, la “enfermedad del control remoto” en
donde los jóvenes, sobre todo el varón, tienden a pasar canales por horas y
horas sin ver nada, sin retener la vista en un programa o en una serie de
televisión, ocasionando así una mayor pérdida de tiempo, de concentración y de
utilidad.
Otro de los ejemplos de esta “infantilización
moderna” son las características de los intereses de adolescentes,
donde lo único que vale es lo que hará el fin de semana o el partido de fútbol
entre Barcelona y Real Madrid que espera con ansias durante un mes, descuidando
así los intereses presentes: el estudio por ejemplo, y donde no hay cabida para
intereses autodidactas como la lectura y la escritura, donde todo lo que se
haga depende del grado de popularidad a nivel social que aquello nos genere
aunque lo que hagamos sea absurdo y a veces hasta ridículo.
Como último ejemplo de esta “infantilización” de
los jóvenes modernos, mi amigo destacaba la falta de compromisos, frente
al estudio, el trabajo y la familia; dándonos a conocer ciertas estadísticas
donde mostraba que el 75% de los jóvenes universitarios tendían a cambiar de
carrera, mostrando así una falta de madurez profesional que generaba
matrimonios tardíos para estos jóvenes por falta de sustento económico,
llevando a las mujeres, graduadas primero en mayor número, a casarse con
hombres veinte años mayores que no necesariamente tienen el interés de formar y
mantener una familia.
El psicólogo norteamericano Dan Killey
denominó como Síndrome de Peter Pan como “el conjunto de rasgos que
tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar
a ser padre" (…) "Exhibe un desfase psicológico entre su edad
cronológica y su madurez afectiva. Hombres que presumen de joviales,
simpáticos, alma de las fiestas, deportistas, aplicados seductores de
jovencitas a edades notoriamente inadecuadas, con frecuencia no son más que
Peter Panes afectivamente inmaduros y promotores de mucha desdicha en las
relaciones de pareja. Se trata de hombres que no han aprendido la diferencia
entre haber crecido y ser adultos”
La charla concluía dándonos a entender
que el hombre había sido creado para algo más, para ser capaz de perfeccionarse
como persona, de asumir mayores responsabilidades y compromisos en el
transcurso de sus años, a darle un sentido más digno a su vida, a no
disminuirlo a un simple cambiar de canales.
Gabriel Capriles
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