martes, 29 de septiembre de 2015

El Síndrome de Peter Pan

El animal ha nacido con un fin predestinado. Las vacas, por ejemplo, han nacido para producir leche, las gallinas para poner huevos y los cerdos para revolcarse en el lodo o para ser comidos. A diferencia de estos seres vivos, el humano nace con la capacidad de perfeccionarse; de desarrollarse como persona en las distintas etapas de su vida.

Estas etapas, entiéndanse por niñez, juventud, adultez y vejez, van transcurriendo por ciertas crisis que de ser superadas por nuestra capacidad de seres razonables permitirán nuestro desarrollo personal, nuestro perfeccionamiento como ser humano.

Tal es el caso del niño que esperando sus dientes en la etapa de la niñez pasa por una serie de pesares que de ser superados, con la ayuda de su madre, será capaz de perfeccionar en esta etapa de su vida, de completar una fase de ésta que si no se cumple con eficacia puede traer como consecuencia ciertos traumas.

Así sucede también en la adolescencia con la determinación de una personalidad propia, y así, en la adultez, con el debilitamiento de nuestro cuerpo, y así, en la vejez, con la cercanía de la muerte. Todos nuestros días penden de una constante crisis que, de no ser superadas, nuestro ser no alcanzaría su completo desarrollo y por ende, su perfección dentro de los parámetros humanos.

“La vida del hombre está marcada por una constante crisis” así afirmaba un amigo al explicarme esta hipótesis con los detalles ya nombrados pero con una mayor claridad. También me explicaba que los traumas ocasionados por no haber superado las crisis de nuestro desarrollo podían terminar en enfermedades mentales, desviaciones o en el denominado síndrome de Peter Pan.

Así empezaba la parte más llamativa de su charla. De cómo el joven contemporáneo  está sometido a una constante “infantilización” que evita su desarrollo y perfeccionamiento como persona, que estanca, al joven de hoy, en una niñez infinita, que lo lleva a vivir en el País de Nunca Jamás.

Algunos ejemplos de esta “infantilización” son, además del síndrome ya nombrado, la “enfermedad del control remoto” en donde los jóvenes, sobre todo el varón, tienden a pasar canales por horas y horas sin ver nada, sin retener la vista en un programa o en una serie de televisión, ocasionando así una mayor pérdida de tiempo, de concentración y de utilidad.

Otro de los ejemplos de esta “infantilización moderna” son las características de los intereses de adolescentes, donde lo único que vale es lo que hará el fin de semana o el partido de fútbol entre Barcelona y Real Madrid que espera con ansias durante un mes, descuidando así los intereses presentes: el estudio por ejemplo, y donde no hay cabida para intereses autodidactas como la lectura y la escritura, donde todo lo que se haga depende del grado de popularidad a nivel social que aquello nos genere aunque lo que hagamos sea absurdo y a veces hasta ridículo.

Como último ejemplo de esta “infantilización” de los jóvenes modernos, mi amigo destacaba  la falta de compromisos, frente al estudio, el trabajo y la familia; dándonos a conocer ciertas estadísticas donde mostraba que el 75% de los jóvenes universitarios tendían a cambiar de carrera, mostrando así una falta de madurez profesional que generaba matrimonios tardíos para estos jóvenes por falta de sustento económico, llevando a las mujeres, graduadas primero en mayor número, a casarse con hombres veinte años mayores que no necesariamente tienen el interés de formar y mantener una familia.

El psicólogo norteamericano Dan Killey denominó como Síndrome de Peter Pan como “el conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre" (…) "Exhibe un desfase psicológico entre su edad cronológica y su madurez afectiva. Hombres que presumen de joviales, simpáticos, alma de las fiestas, deportistas, aplicados seductores de jovencitas a edades notoriamente inadecuadas, con frecuencia no son más que Peter Panes afectivamente inmaduros y promotores de mucha desdicha en las relaciones de pareja. Se trata de hombres que no han aprendido la diferencia entre haber crecido y ser adultos”

La charla concluía dándonos a entender que el hombre había sido creado para algo más, para ser capaz de perfeccionarse como persona, de asumir mayores responsabilidades y compromisos en el transcurso de sus años, a darle un sentido más digno a su vida, a no disminuirlo a un simple cambiar de canales.


Gabriel Capriles

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