Él le dijo a la luna:
- ¿Por qué estoy tan abajo y tú tan arriba? No te vayas, no quiero
perderte.
Y la luna estaba ahí, sonriendo en el cielo.
Él se arrodilló en la tierra y dijo:
¿Te ha dicho alguien que eres la más terrible y hermosa de los astros
que se mueven por los campos de estrellas?
Y la luna se fue retirando, como si se desprendiera del
firmamento.
- ¿Adónde vas? ¿No ves que mi vida depende de lo cerca que estés de
mí?
Pero la luna fue ocultándose despacio, bajando poco a poco,
desapareciendo detrás del horizonte. El cielo se llenó de luces profundas, de
tiempos detenidos.
- No me dejes solo en este mundo.
Y la luna ya no estaba, y las palabras que quedaron resonando se
perdieron lejos. La luna lloraba extrañando a su amante, mientras daba la
vuelta por la parte de atrás del mundo, manteniendo la esperanza de verlo otra
vez cuando volviera la noche.
José Longaray
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