Del latín Universitas.
El ataque a la Universidad ha sido el último grito de locura del régimen
de Nicolás. La violación de la autonomía universitaria en casos y la
insistencia en provocar miedo dentro de sus murallas por uno u otro medio, son
prueba del verdadero carácter de este gobierno. Hablo del ataque a la
Universidad, en singular, pues ella no es solo un conjunto de edificios donde
se dan clases. Luego, lo que se percibe a simple vista como el agravio a un
recinto universitario, enmascara un interés más perverso.
La palabra “universidad” proviene etimológicamente de las mismas raíces
de “universo” y “universal”. Evidentemente hace referencia a lo diverso, lo
diferente, lo antagónico; pero también hace referencia a la inclusión, al
conjunto, a la comunión. No es un trámite para recibir un título, ni unas aulas
con menos reglas que en nuestra infancia. Habrá que evaluar cuánto significa en
realidad la universidad en nuestros días.
La Universidad (de nuevo en singular), cada una en su especificidad, ha
sido, es, y siempre ha de ser lecho sagrado de la democracia. La pluralidad es
su bandera, la creación su forma de actuar, el debate su interín y la serenidad
su porte habitual. Grandes o pequeñas, con siglos de antigüedad o recién
fundadas, cada universidad es manantial de ciudadanía: son los alvéolos de la
República, artefactos de verdad y bien.
No confundamos entonces los hechos contra las universidades del país
como acciones materiales, ni siquiera como estrategia para apaciguar la
protesta; la realidad es que son la reacción contra el resguardo de lo
universal en la sociedad venezolana. El régimen hasta ahora no ha podido tocar
la Universidad, al menos no dentro de sus recintos, por lo tanto, se desespera
con lacrimógenas. En el fondo le interesa acabar con el pensamiento crítico que
necesariamente le será disidente.
Domando los espacios físicos universitarios el gobierno puede que
alcance a tocar la esencia de la Universidad, por eso no podemos ser
indiferentes a estas acciones. Venezuela ha perdido mucho de la mano de los
enfermos de poder que ocupan cargos públicos, pero mientras la Universidad se
mantenga íntegra, no habrá destrozo que valga, el país podrá respirar
nuevamente.
Así, defender las universidades será lo mismo que defender la
Universidad: buscar la Universidad, vivir la Universidad más allá de sus
paredes y aulas; repotenciar la sociedad democrática.
Responsabilidad primera es de los estudiantes y profesores que habitan
en la institución. A pesar de lo convulsionado del momento nacional, la
investigación, el debate, la creación, el respeto, son métodos para reformar al
país entero. Preocupémonos, en conclusión, por mantener la Universidad en
Venezuela, siendo responsables con los valores que representa.
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